En Paraguay, en el primer semestre se registraron nada menos que 26 casos de mujeres asesinadas. Gran parte de estos casos han sido ejecutados por parejas o ex parejas de las víctimas. Lamentablemente, los últimos días se han visto manchados una vez más por sangre de una joven mujer. Katia tenía solo 20 años y regresaba de festejar su cumpleaños de manera adelantada. El victimario tiene 21 años.
La violencia de género es una sombra persistente que oscurece la sociedad paraguaya, y los feminicidios son la manifestación más atroz de esta realidad. Cada vida perdida a manos de la violencia por parte de parejas o ex parejas es una tragedia que nos confronta con la urgente necesidad de tomar medidas efectivas para prevenir y erradicar este flagelo. Paraguay requiere imperativamente implementar medidas sólidas y sostenibles para marcar un cambio verdadero en la lucha contra los feminicidios.
Evidentemente la concientización no ha dado resultado, por lo que se deben aplicar medidas duras, rígidas e implacables contra los asesinos, e incluso contra eventuales asesinos. No se puede evitar pensar “que habría ocurrido si al hoy asesino se le hubiesen impuesto medidas más gravosas”; la respuesta surge evidente: Katia estaría viva, festejando su cumpleaños con familiares y amigos.
Los feminicidios no son meros actos aislados, sino síntomas de una estructura arraigada de desigualdad y discriminación. Para abordar este problema, se requiere una acción integral que vaya más allá de las respuestas superficiales. Primero y ante todo, se debe establecer un marco legal y judicial robusto que garantice la persecución y sanción ejemplar de los agresores. La impunidad no debe tener cabida en una sociedad que aspira a la justicia y la igualdad. Las famosas medidas alternativas propias de los sistemas garantistas han fallado en nuestro país, al menos con relación a este tipo de crímenes.
Además de la respuesta judicial, es fundamental invertir en la prevención desde una edad temprana. La educación en igualdad y respeto mutuo debe formar parte del currículo escolar. Los estereotipos nocivos que perpetúan la cultura de la violencia deben ser desafiados desde la niñez para sentar las bases de una sociedad más equitativa en el futuro. Los programas de educación y sensibilización deben ser continuos y llegar a todas las capas de la sociedad.
Los servicios de apoyo y protección para las víctimas también deben fortalecerse significativamente. Los refugios y centros de atención deben ser accesibles y seguros para todas las mujeres que buscan escapar de situaciones de violencia. Además, es fundamental establecer líneas de ayuda y asesoramiento que puedan ser utilizadas de manera confidencial. Romper el ciclo de la violencia requiere brindar a las mujeres las herramientas y el apoyo necesarios para tomar decisiones informadas y seguras.
La participación de la sociedad civil y las organizaciones de mujeres es invaluable en esta lucha. La colaboración entre el gobierno y estas entidades puede enriquecer la implementación de políticas y programas, asegurando que sean relevantes y efectivos. Las campañas de concienciación y movilización social también pueden jugar un papel significativo al desafiar las normas de género dañinas y fomentar una cultura de respeto y equidad. Estas organizaciones no deben limitarse a las marchas, sino que forzar la aprobación de legislación que rigurosa.
Prevenir los feminicidios es un compromiso colectivo que involucra a cada miembro de la sociedad. La erradicación de la violencia no es tarea sencilla ni de corto plazo, pero es una causa que merece cada esfuerzo. Paraguay puede construir un futuro más seguro y justo para todas sus ciudadanas, y esto solo será posible si se abordan de manera decidida las raíces profundas de la violencia de género y se implementan medidas efectivas para prevenir los feminicidios. El tiempo para actuar es ahora, ya no hay tiempo, no hay margen de error, la sociedad debe asegurar la vida de nuestras madres, hermanas e hijas sin importar el costo.