El Ministerio de Industria y Comercio (MIC) presentó un informe alentador sobre el régimen de maquila en Paraguay, destacando la generación de más de 30.000 empleos directos y un desempeño positivo en las exportaciones. Estas cifras ratifican el potencial de este modelo industrial como generador de oportunidades laborales y dinamizador de la economía. Sin embargo, es necesario analizar más allá de los números y evaluar el verdadero impacto de este régimen en el desarrollo industrial del país.
La maquila ha sido una estrategia efectiva para atraer inversión extranjera y fomentar la ocupación de la mano de obra paraguaya, especialmente en sectores como autopartes, confecciones y servicios intangibles. Pero la sostenibilidad de este modelo debe replantearse en el contexto de las nuevas dinámicas globales, donde las grandes potencias están implementando políticas que buscan el retorno de capitales y la concentración de la producción en sus propios territorios. Paraguay no puede quedar al margen de estas transformaciones y debe anticiparse con estrategias que fortalezcan su industria nacional.
La dependencia de un esquema basado en ensamblaje y exportación de productos con bajo valor agregado puede ser una limitación a largo plazo. Es fundamental que las políticas de desarrollo industrial promuevan la producción integral de bienes en el país, incentivando la instalación de industrias que no solo utilicen la mano de obra local, sino que también transfieran tecnología y conocimiento. La capacitación del capital humano, la modernización de los procesos productivos y la generación de empleo de calidad deben ser prioridades en esta nueva etapa del crecimiento industrial paraguayo.
Sin lugar a dudas, el crecimiento de la maquila es una señal positiva, pero Paraguay debe aspirar a diversificar su matriz productiva, desarrollar nuevos sectores estratégicos y ampliar las oportunidades de empleo para las futuras generaciones. La política industrial no puede depender de regímenes transitorios que están sujetos a factores externos, sino que debe consolidarse con una visión de largo plazo, orientada a la innovación, la competitividad y la integración en cadenas de valor globales.