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viernes, 22 de noviembre de 2024
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Purpurado alentó a la fraternidad y combate a la corrupción en tedeum.

El cardenal Adalberto Martínez, presidió el Tedeum de la iglesia Católica en la Catedral Metropolitana de Asunción en honor a las nuevas autoridades. En su homilía de bienvenida al nuevo Gobierno de Santiago Peña, el primer cardenal paraguayo habló sobre el parecer de la iglesia y algunas recomendaciones a los nuevos gobernantes sobre todo, como afrontar con sabiduría todo tipo de rivalidad y discordia para construir el Paraguay que soñamos y necesitamos urgente afrontando con fraternidad al flagelo de la corrupción en todas sus formas.

Las autoridades públicas tienen especial responsabilidad en el fomento de la concordia para superar las rivalidades, propiciando el diálogo social buscando consenso para el logro de la paz social, dijo el purpurado al iniciar su mensaje. Para alcanzar esto, continuó, se deben superar las soberbias, arrogancias, que dañan la condición especial de la convivencia democrática, basada en la participación de todos en el desarrollo del país y el bienestar de su pueblo.

Martínez dijo que en este día de fiesta, cargado muchas esperanzas para el pueblo, me gustaría compartir el pensamiento de la iglesia católica en el ámbito social para quienes ejercen como autoridades jurídicas y políticas del Estado. En este sentido se refirió al Concilio Vaticano II, del año 65, momento en que los conciliares decían que los gozos y las esperanzas, las tristezas y las angustias de los hombres de nuestros tiempos, son también los gozos y esperanzas, tristezas y angustias de los discípulas del señor.

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Iglesia y política

Recordó al Papa Francisco, quien se refería a la relación de la iglesia con la política afirmando que si bien, la iglesia respeta la autonomía de la política, no arrincono su propia misión al ámbito de lo privado. Al contrario no puede, ni debe quedar al margen de la construcción de un mundo mejor, ni dejar de respetar las fuerzas espirituales que fecunden toda la vida en la sociedad. Tampoco quiere disputar el poder, sino que procura la promoción integral de la persona humana, la fraternidad, la solidaridad y la amistad social.

En alusión a la visita del Papa San Juan Pablo II en 1988, el cardenal recordó sus palabras que decían: no se puede arrinconar a Dios en las conciencias, ni a la iglesia en los templos. Es así que la propia Constitución Nacional, recoge en su preámbulo, uno de los principios fundamentales de la enseñanza social de la iglesia que es el reconocimiento de la dignidad humana, sobre la cual se fundamenta, la democracia representativa, participativa y pluralista.

Esto quiere decir que en toda conciencia humana bien ordenada y provechosa, las personas tienen derechos y deberes, que dimanan de su propia naturaleza y son por eso, universales, inviolables e irrenunciables.

Derechos

La dignidad de la persona humana, implica el derecho a la existencia, a la integridad física, a los medios necesarios, para una vida digna, como el alimento, el vestido, la vivienda, el descanso, la asistencia médica, el derecho a la seguridad personal en caso de enfermedad, invalidez, viudez, vejez, desempleo y cualquier otra eventualidad que le prive, sin culpa suya de los medios necesarios para su sustento.

Recordó que cuando hoy, en nuestro país, pueden decir todo esto sin pensar en las miles de personas que viven en base a lo opuesto a estas aspiraciones, realmente podemos afirmar que es una diabólica contradicción, mencionó el Cardenal y añadió que, mientras por un lado viven urgidos por conseguir el sustento mínimo diario, apelando a la solidaridad para pagar sus gastos de salud, cada tanto deben renunciar a su libertad a cambio de dinero electoralista, hasta a veces de manera indigna porque no tuvieron la oportunidad de tener una educación que les enseñe a ser libres.

En definitiva, cuando el principio elemental de la dignidad humana no queda a salvo, no hay futuro ni para la fraternidad, ni para la sobrevivencia de la sociedad.

Los constituyentes de 1992, decían sabiamente supieron reconocer que la dignidad humana, la vida misma debe ser garantizada desde la concepción, hasta la muerte natural. Ese fundamento de la democracia y del Gobierno en el Paraguay que debe consagrar y garantizar los derechos inherentes a esa dignidad de manera que la función esencial del estado sea el servicio y promoción del desarrollo integral de todos y cada uno de los que habitamos nuestro país.

Promesas del nuevo Gobierno

Esperanzado, el alto miembro de la iglesia y representante eclesial paraguayo en el Vaticano, mencionó que tomaron nota de los compromisos expresados públicamente por el presidente de la República y que tienen que ver con la promoción de políticas públicas que posibiliten el bien común de la Nación, que es la vía idónea para el desarrollo humano integral y por consiguiente lograr el desarrollo sostenible y la prosperidad del país.

Es obvio que el desarrollo no se reduce al simple crecimiento económico, un auténtico desarrollo siempre es integral, es decir, promueve a todas las personas. Desarrollo es preocuparse tanto por el progreso social como el crecimiento económico.

Recalcó que la gestión del bien común no es un simple enunciado, sino un deber y compromiso ineludible del orden social, político, jurídico y moral. Así también, todos los individuos, empresas y organizaciones no gubernamentales, tienen el deber de prestar su colaboración personal al bien común. En eso debemos trabajar y esforzarnos mucho más, dijo Martínez Flores.

Malos hábitos de la política

Lo opuesto al bien común, es la corrupción, esto nos exige a todas las autoridades y a la ciudadanía a combatir el uso de los bienes públicos para el provecho privado, de los amigos, de los socios, contra el nepotismo, el cohecho, la polución y el fraude, además del tráfico de influencias y los sobornos o coimas.

Añadió a la lista la difusión de mentiras, especialmente aquellas que se disfrazan de verdades aparentes, contra el ocultamiento de información de interés público, contra todo lo que agrede a la casa común, como la deforestación, contaminación del agua, de la tierra y del aire. La corrupción debilita la institucionalidad democrática, hasta tal punto que la deja sin fuerza para combatir la impunidad, la delincuencia, el crimen organizado, la mala educación y la deficiente atención a la salud, entre otros males que padecemos como sociedad.

La República, se fundamenta en el equilibrio y mutuo control entre los Poderes del Estado y por ello les exhortamos de manera particular en cuidar con celo patriótico, la independencia de la justicia en todos sus niveles, en fortalecer el trabajo del Ministerio Público, a custodiar la credibilidad e integridad de los órganos extra poderes, para lo cual es requisito que sus miembros goces de notoria solvencia intelectual y moral.

Personas vulnerables

Si bien uno de los fundamentos de nuestra constitución es la igualdad ante la Ley, no podemos olvidar que el nuestro es un Estado social de derecho, por tanto por razones de justicia y equidad, los gobernantes deben tener especial cuidado con las personas más débiles, esos que pueden encontrarse en situaciones de inferioridad, de vulnerabilidad para defender sus propios derechos y sus legítimos intereses, por su edad, sexo, estado físico o mental o por circunstancias sociales, económicas, éticas y culturales.

Las escandalosas brechas económicas, sociales y culturales, entre los diferentes sectores, provocan tensiones y discordias, poniendo la paz en peligro. La misma paz se contruye día a día, en la instauración de un orden querido por Dios, que comporta un justicia más perfecta entre las personas. Por eso la condición más favorable para la paz es el desarrollo con equidad.

Cada día se nos ofrece una nueva oportunidad, una etapa nueva y no podemos esperar todo de los que gobiernan. Gozamos de un espacio de libertad y corresponsabilidad capaz de iniciar y generar un nuevo proceso de transformaciones. Hoy estamos ante la gran oportunidad de manifestar nuestra esencia fraterna en vez de acentuar odios y resentimiento.

Política y bien común

No seamos parte de los juegos del poder perverso, alimentemos lo bueno y pongamos al servicio del bien. Junto al Papa Francisco, les invitamos a rehabilitar la política, que es como él lo decía, una altísima vocación, una forma más preciosa de la caridad, porque busca el bien común. Un individuo puede ayudar a una persona necesitada, pero cuando se unen a otros para participar en procesos sociales de fraternidad y justicia para todos, entran en el campo de la más amplia caridad, la caridad política.

La sociedad necesita asegurar, que los valores éticos se vivan y se transmitan, porque si se difunde el egoísmo, la violencia, la corrupción en sus diversas caras y formas, la indiferencia en una vida cerrada a toda trascendencia, clausuradas en intereses más personales y para que podamos abrirnos y de esa manera despertarnos para creer en la quimera de un país más justo y solidario, más fraterno y equitativo.

Finalizó con parte de la letra de Despertar, de Maneco Galeano.