Una palabra que suena lejana a la realidad que vivimos los paraguayos. El 7 de abril se conmemora el Día Mundial de la Salud, bajo el lema: “Comienzos saludables, futuros esperanzadores”. Pero cabe preguntarse: ¿realmente hay algo que celebrar en Paraguay?

Tal vez sí. Podemos agradecer, estar vivos, haber superado una pandemia que sacudió al mundo desde diciembre de 2019. Sin embargo, al observar el panorama local, especialmente el estado de los servicios públicos de salud, las razones para celebrar se desvanecen, y la impotencia nos cala hasta los huesos.

Esta fecha también debería servir para recordarnos la importancia de la salud como pilar esencial para alcanzar nuestras metas. Por eso es clave promover hábitos saludables: caminar a diario, cuidar la alimentación y, sobre todo, prestar atención a la salud mental, un aspecto crítico que —como sabemos— ha sido históricamente relegado por los ministros de salud de turno.

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No hace falta profundizar demasiado para notar la crítica situación de los hospitales en todo el país. Pacientes oncológicos reclaman a diario medicamentos y condiciones mínimas para ser tratados. La constante escasez de insumos y fármacos evidencia una alarmante falta de gestión por parte de las autoridades responsables.

Este barco a la deriva, capitaneado por la ministra María Teresa Barán, enfrenta severos cuestionamientos y una crisis palpable. Sindicatos y gremios médicos han exigido su renuncia ante las graves irregularidades y negligencias registradas, hechos que la ciudadanía no olvida ni perdona.

El Círculo Paraguayo de Médicos pidió la dimisión de la ministra tras la tragedia ocurrida en el Hospital de Villarrica, donde un recién nacido falleció al no recibir atención en una unidad de terapia recién habilitada. Y este no es un caso aislado: la lista de negligencias es tan extensa que no alcanzaría este espacio para detallarlas todas.

Cabe señalar que la crisis no afecta únicamente al sistema público. El Instituto de Previsión Social (IPS) también falla constantemente a sus asegurados, privándolos de medicamentos esenciales. No hablamos solo de analgésicos, sino de fármacos imprescindibles para pacientes oncológicos, personas con enfermedades crónicas e incluso trasplantados renales.

Es urgente que el actual gobierno replantee su política de salud. Es necesario construir estrategias más efectivas para garantizar que este derecho humano fundamental —la salud— sea accesible para todos, en tiempo y forma. Así sea.

Por: Celsa Pereira (Columnista invitada)