Los paraguayos nos merecemos una país diferente del que heredamos de la dictadura stronista. Una nueva nación, con reglas más claras y sin los temores del pasado.
El largo proceso de afianzamiento democrático ya viste pantalones largos. La Constitución de 1992 ha sido una herramienta perfecta para consolidar una nueva sociedad.
Los partidos políticos tradicionales conviven plenamente con los nuevos. Estos surgieron en absoluta libertad de movimientos políticos y sociales con pensamientos distintos, basados principalmente en doctrinas externas y pese a ello, fueron capaces de alcanzar los cargos más importantes en la política paraguaya.
Desde 1989 a la fecha de hoy, ha habido de todo, incluso alternancia sin los traumas que opacan a cualquier sistema democrático.
No voy a resaltar los hechos, ni positivos y tampoco los negativos. Pues todos conformaron parte de un proceso y finalmente, a mi criterio, lo único importante es el resultado.
Los politólogos académicos e intérpretes clásicos de la historia política lo denominan generalmente como un proceso con luces y sombras. Esta trillada designación equilibrada sobre nuestra historia, nos permite pensar que es hora de dar un salto cualitativo políticamente. Un paso más, hacia un modelo más amplio, dinámico y donde las políticas públicas deben tener continuidad y no estar sujetas a los cambios de gobierno, sea cual sea su color u ideología.
El debate sobre este punto es crucial, la planificación y estructuración de estrategias para lograr progresos exitosos, requiere el concurso de todas las mejores ideas y de las personas preparadas para lograr dichos desafíos.
Cinco años no alcanza para que un gobierno pueda implementar cambios y mucho menos para lograr un desarrollo económico sostenible. Los países desarrollados y exitosos, nos están dando pruebas de ello. Miremos para afuera.
Atrevámonos a ser coherentes con nosotros mismos. Nuestro modelo constitucional ha sido perfecto. Pero señores. Es hora de dar ese paso. Y estoy absolutamente convencido que este tiempo es perfecto. Dónde, a pesar de las diferencias y circunstancias, ¡no existe un solo preso político por pensar diferente!
Es hora y es ahora. Somos una nación con dignidad y gloria. Conquistemos las miradas del mundo y hagamos que el Paraguay sea una República más moderna, con una democracia basada en el respeto y en la dignidad. Garantizado por la excelencia de una nueva constitución acorde al mundo que les tocará vivir a las nuevas generaciones. ¡Es hora de ser coherentes!!!