La festividad de la Virgen de Caacupé, como cada año, se convierte en una ocasión propicia para reflexionar sobre los desafíos y logros que atraviesa el pueblo paraguayo y en su carta anual, el Obispo de la Diócesis de Caacupé, Ricardo Valenzuela, abordó con profundidad temas que tocan el corazón de la fe y la vida cotidiana de los fieles, haciendo eco del mensaje del Papa Francisco y enfatizando el rol de la esperanza como fuerza motriz en medio de las adversidades.
Desde la Basílica de Nuestra Señora de los Milagros de Caacupé, considerada un santuario de alcance nacional e internacional, el obispo destacó la devoción de los peregrinos que, año tras año, acuden con fe inquebrantable. Resaltó que esta perseverancia no es más que una muestra de cómo la esperanza emerge de las raíces cristianas de los paraguayos, quienes enfrentan problemas cotidianos con una convicción sostenida en Dios.
Evocando al escritor Helio Vera, el obispo recordó cómo la idiosincrasia paraguaya enfrenta las adversidades, representada en la conocida frase: “mboriahu aka ari mante ho’a rayo” (“al pobre solo le cae el rayo en la cabeza”). Sin embargo, destacó la resiliencia que también caracteriza al país, simbolizada en la afirmación: “Esperanza nahavĕiva” (“la esperanza no se enmohece”). Este mensaje fue entrelazado con ejemplos de logros recientes que ilustran cómo la fe y el esfuerzo colectivo generan frutos concretos.
Logros que inspiran en la carta abierta
En su carta, el obispo dedicó un espacio a recordar eventos memorables que marcaron el año, como el campeonato conquistado por la selección Sub-15 de fútbol y los premios internacionales obtenidos por estudiantes en competencias de robótica, matemáticas y ajedrez. Ejemplos como estos reflejan el talento y la dedicación de la juventud paraguaya, que, a pesar de las limitaciones estructurales, deja en alto el nombre del país.
También mencionó a personalidades destacadas como Joshua Duerksen, joven piloto que logró una histórica victoria en la Fórmula 2, y artistas como Fiorella Noemí y Aye Alfonso, cuyas trayectorias están dejando huella dentro y fuera de Paraguay. Estas historias de éxito, sostuvo el obispo, son señales de que el país tiene la capacidad de superar sus limitaciones estructurales y construir un futuro prometedor.
Problemas que aquejan a la nación
No obstante, el obispo no esquivó los problemas que aquejan a la nación. Señaló que, a pesar de contar con recursos valiosos, como la energía eléctrica, el país carece de un sistema eficiente de transporte y enfrenta deficiencias en servicios básicos. Cuestionó la falta de voluntad política y liderazgo para implementar políticas públicas que traduzcan los logros económicos, como el reciente Grado de Inversión, en beneficios tangibles para toda la población.
Mencionó, además, la urgencia de atender a los sectores más vulnerables, como los ancianos, los pobres y los presos, quienes necesitan políticas inclusivas y solidarias. En este sentido, destacó la importancia de redescubrir la esperanza en los signos de los tiempos, tal como lo expresa el Papa Francisco, y transformar esta virtud en acciones concretas que promuevan justicia, paz y dignidad.
Una carta para el llamado al perdón y a la acción
Un aspecto central del mensaje fue el llamado a vivir el próximo Jubileo con un espíritu de perdón y reconciliación. El obispo subrayó que el perdón no solo libera al que lo otorga, sino que es un paso fundamental hacia la construcción de una sociedad más equitativa. Además, instó a las autoridades a considerar medidas concretas, como la amnistía para presos en condiciones de penuria, y a fomentar iniciativas que brinden esperanza a los más desfavorecidos.
Recordó que la paz y la justicia son tareas colectivas que requieren esfuerzo constante. Citando al Papa, enfatizó la necesidad de construir un fondo mundial que destine recursos a combatir el hambre, en lugar de priorizar gastos en armamentos. Señaló que, aunque los conflictos internacionales puedan parecer lejanos, sus consecuencias repercuten en la economía y la estabilidad global, afectando incluso a naciones como Paraguay.
La esperanza como legado
La carta concluyó con una exhortación a mantener viva la esperanza, no como un ideal abstracto, sino como una realidad palpable que se traduce en acciones de solidaridad, justicia y amor al prójimo. En la peregrinación a Caacupé, el obispo encontró el símbolo perfecto de esta esperanza tangible: el caminar del pueblo paraguayo hacia su Virgen, cargado de fe, gratitud y sueños.
La festividad de la Virgen de Caacupé no solo es un momento de celebración religiosa, sino una oportunidad para que el país renueve su compromiso con la esperanza, transformándola en motor de cambio y unidad nacional. «La esperanza no defrauda», recordó el obispo, y en ese mensaje descansa la fuerza de un pueblo que, pese a todo, no se rinde.
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