Todo el movimiento detrás de la mafia de los combustibles en Clorinda, provincia de Formosa, Argentina, fue publicado por el Canal Trece de Buenos Aires, en el cual fueron puestos en evidencia varios puertos clandestinos que operan entre esta ciudad y Nanawa, ex Puerto Elsa, en el departamento de Presidente Hayes.
El material periodístico habla de las falencias de las autoridades argentinas, pero esto no solo tiene que ver con ellos. Aquí en Paraguay también se manejan varios esquemas en los que se involucra a quienes deberían velar para evitar este tipo de contrabando.
«Ciudad inflamable» titula la investigación del medio colega de la República Argentina. En el mismo se pueden observar varios «puntos ciegos» que tiene la ciudad fronteriza, que dista en su punto más cercano a menos de 10 kilómetros de Asunción, solamente atravesando el río Paraguay. Allí funciona todo un esquema para que el combustible argentino llegue a nuestro país por todos los medios posibles.
En la presentación del material, el periodista Gustavo Tubio, quien fue enviado especialmente a Clorinda, aclara que actualmente les conviene a los paraguayos comprar combustible argentino. Pero lo que ocurre en Clorinda ya es un descontrol y en varias ocasiones han ocurrido tragedias que involucran el mal manejo de combustible.
La última fue el pasado 10 de junio, cuando un incendio de grandes magnitudes se desarrolló en un barrio de la ciudad argentina que hace frontera con Beterete Cue, en Presidente Hayes.
La investigación también se centra en la parte social de la problemática y señala que muchas personas realizan este tipo de trabajos peligrosos para pasar combustible a Paraguay debido a la pobreza extrema que se vive en este alejado punto de la geografía argentina, en la provincia de Formosa. Los propios vecinos relatan cómo se sintió la última explosión que ocurrió hace menos de un mes.
Un negocio de larga data
En la ciudad formoseña mencionan que desde el año 2020 está totalmente generalizado. El combustible se deposita en las casas de la frontera hasta que alguien lo hace cruzar a nuestro país.
De manera abierta, a plena luz del día, se ve cómo en una estación de servicio al costado de la ruta nacional 11 de Argentina se cargan desde bidones hasta mini acoplados cisterna para llevarlos a lugares ubicados en los límites con nuestro país.
La nafta más cara de Argentina se vende en esta zona del país. Hasta esta semana se vendía en promedio a 339 pesos (5.750 guaraníes) para el carburante de 98 octanos, en la estación de servicio comercial más cara instalada en Clorinda. A pesar de tener los precios más altos de toda Argentina, para el paraguayo que aprovecha la mejor de las promociones, pagan monedas más de los 7.000 guaraníes. La calidad del combustible y su precio hacen que muchos vayan a Clorinda a llenar el tanque y que les dure algo más de una semana.
No obstante, no todos los vehículos de los paraguayos tienen los documentos necesarios para cargar directamente en las estaciones de servicio de la frontera, por lo que optan por desplazarse a Nanawa, donde encuentran ventas informales y al menudeo de bidones llenos de esa nafta que rinde más que la adquirida en cualquier surtidor de Asunción o alrededores.
Esto es lo que motiva a que se tenga este negocio informal en auge y a la vista de autoridades de la Dirección Nacional de Aduanas, la Fiscalía General del Estado y las carteras del Poder Ejecutivo que deberían velar para que esto no ocurra, como la del Interior, Industria y Comercio, Hacienda, Ambiente y Desarrollo Sostenible, entre otras.
El paso hormiga
Con cámara oculta, los colegas entrevistan incluso a los paseros, quienes, motivados por la necesidad, trasladan los peligrosos tambores cargados con nafta y diésel hacia nuestro territorio, a cualquier hora y sin ningún tipo de protección ni garantía.
Con tambores de 100 litros que pasan rodando, sistemas de bombeo por mangueras, todo es válido para hacer llegar a destino las mercaderías ilegales. La frialdad del relato del pasero demuestra que ya dejaron de tener miedo y no miden lo peligroso que es el «trabajo» que realizan todos los días.
Es normal, siempre según el relato de los colegas, que dentro de las casas de Clorinda esté estacionado un pequeño acoplado cisterna que, amparados en la complicidad de la noche, deben ser utilizados para el traslado de millones de litros de un país al otro.
Hay bidones de todo tipo y ya no hay lugar para colocar plantas, solo botellones, baldes, cualquier tipo de elemento que sirva para pasar carburantes hacia la República del Paraguay.
Lo único que deja ganancias
Personas que se dedican a este negocio y que accedieron a conversar con el medio argentino mencionan que son conscientes de la peligrosidad de exponerse a este tipo de actividad, pero no tienen otra salida debido a que esto es lo único que les da el sustento diario por la falta de oportunidades laborales que se vive en el vecino país. La gente de aquí solo quiere trabajar, menciona una mujer que presumiblemente se dedica a esta actividad.
Otra persona menciona que no tienen otra fuente de trabajo y que se dedican a ello y por esta razón tienen dos opciones: arriesgarse o pasarla mal, como bien lo decía en la entrevista.
Si explota algo, los controles duran poco tiempo
Luego de algún accidente como el que ocurrió el pasado 10 de junio, algunas autoridades del vecino país realizan controles tímidos. Esto es rápidamente apaciguado gracias al cobro de coimas y de esta manera, todo vuelve a la normalidad.
El silencio repentino por parte de las autoridades hace suponer que hay un gran esquema de beneficios detrás de esto. Como un efecto dominó, hay varios beneficios que involucran a los responsables principales que deberían velar para evitar todo esto. Se ven beneficiados desde funcionarios municipales, pasando por los provinciales y finalizando en los federales. Esto simplemente porque Paraguay es cómplice y permite que se mantenga este esquema.
La situación que se vive en la frontera también debe ser una llamada de atención para las autoridades paraguayas y el nuevo Gobierno, a fin de asegurar la legalidad y evitar que los empresarios locales dedicados al comercio formal tengan que soportar las corridas de los conductores hacia la frontera para alimentar a la mafia de unos pocos.