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domingo, 2 de febrero de 2025
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El fútbol, una bandera de tolerancia entre culturas musulmanas, judías y cristianas

El fútbol es más que la simple competencia deportiva. Eso lo tiene claro el Reino de Marruecos. Es por eso que despliega todo un planificado desarrollo de Estado para generar negocios, mostrar la imagen país e instalar la tolerancia política y religiosa por medio de dos competencias que tiene en ciernes: La Copa Africana de Naciones 2025 y el Mundial 2030.

El fútbol, de hecho, es un espacio que está sacando a miles de familias de la pobreza gracias a la habilidad de algún joven en el juego del balón. En Paraguay y en toda América Latina tenemos ejemplos a montones de ello. Es más, es una actividad que reporta millones al fisco a esos países donde hay tributos por transferencia y cánones por los partidos en disputas.

Marruecos está yendo más lejos, aún. A su capacidad de gestión para abrir carreteras, sumar cadenas hoteleras y construir/remodelar estadios, está el objetivo de asegurar rentas por medio del turismo. Pero hay más todavía: Marruecos toma el fútbol como canal de expresión a favor de la tolerancia, tan necesaria en este mundo, siempre, convulsionado.

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Estamos hablando de una nación afincada en África, con cultura también árabe y de una religión distinta de las que se profesan en otros continentes. El propio Fouzi Lekjaa, presidente de la Federación Real Marroquí de Fútbol (FRMF), declaró a medios de prensa que el fútbol es para el Reino la herramienta para mostrar al mundo la imagen de «un país de tolerancia, de paz, de convivencia entre culturas musulmanas, judías, y cristianas».

El objetivo de la Copa Africana de Naciones y la Copa del Mundo es -en palabras directas- utilizar el fútbol para promover el intercambio cultural y, sobre todo, la paz.

Es que en el fútbol se podrá ganar o perder, pero no se puede ignorar que al generar la atracción de millones de personas, aporta mucho espacio por ganar con dicho deporte; ya sea en lo económico, en lo cultural y en la promoción de una relación pacífica y de tolerancia, las dos últimas tan necesarias en este Siglo XXI.

Por Ignacio Martínez