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viernes, 22 de noviembre de 2024
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«Murió por la patria»: Los caídos al final de la contienda chaqueña

Por idea de la Sanidad Militar, desde fines de agosto de 1933, se comenzó a entregar, a los familiares de los soldados caídos en el fragor de la lucha, o a consecuencia de enfermedades contraídas en el cumplimiento del deber, una cartulina que rezaba “Murió por la Patria en…”, a manera de diploma de honor. Desde entonces, cientos de familias recibieron este lacónico texto a veces acompañado de una bandera paraguaya.

Como en todas las guerras, la historia recuerda a los grandes jefes militares olvidando el esfuerzo de los valientes soldados. El caso de la Guerra del Chaco no es la excepción; en los periódicos de la época, aparecieron las breves biografías de los oficiales que iban cayendo en los campos de batallas. Son escasos los relatos sobre sargentos, cabos y soldados. De todas maneras, como homenaje a quienes murieron en el campo de honor, les dejo los datos que consigne sobre el año 1935.

Oscar Carreras Saguier (teniente de marina), murió el 10 de enero de 1935, en Agua Blanca (Capirenda). Distinguido oficial de la Armada que cursaba sus estudios superiores en la marina argentina. De regreso al país, solicitó ir al frente combate, donde se le confió el mando de un batallón, dentro del RI 3 “Corrales”. Cuando recorría las primeras líneas de sus tropas, recibió un certero balazo. El fortín Capirenda fue rebautizado con su nombre. Una calle de Asunción también lo recuerda.

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Nemesio Quiñones (teniente), murió el 13 de enero de 1935, en Capirenda. Era estudiante de medicina, por lo que pudo optar por prestar servicios en la sanidad, sin embargo, pidió ir al frente de combate. Dejó una pequeña hija de pocos meses, de nombre Elena María Edith. Sus restos mortales descansan en el Cementerio de la Recoleta, en uno de los columbarios erigidos para guardar los despojos de los héroes y mártires de la contienda chaqueña. Hoy, completamente abandonado. Su lapida reza: “dio la vida por la patria”. Una calle de Asunción lleva su nombre.

Solano Escobar (capitán póstumamente), murió en enero de 1934, en Capirenda. Formaba parte del RI “Corrales”. Era nieto del héroe de la Guerra de la Triple Alianza, Patricio Escobar. Una carta anónima que enviaron a “El Diario”, recordando a Solano, decía: “Los más grandes pesares son los que se guardan se acostumbra a decir. Pero el que tal frase ha hecho no ha sentido jamás un gran pesar, pues porque es grande precisamente se desborda de uno mismo, en forma de llanto, de palabra, de gesto. El desbordar de mi pena va en estas líneas adjuntas. Ellas, aparte de ser propias, son también la expresión del sentir profundo de sus camaradas y soldados”. Una calle de Ciudad del Este lleva su nombre. También una colonia en el departamento de Paraguarí.

Raúl Buzarquis (teniente), oriundo de Villarrica. Murió el 16 de febrero de 1935, en el Chaco. En una carta de un camarada del héroe a un amigo de infancia, se relata la muerte de Raúl:

“Es necesario que te cuente por lo menos a ti, como murió el Tte. Buzarquis, para que lo sepan bien sus hermanos, parientes, amigos y conciudadanos, y puedan darle en sus afectos el lugar que le corresponde, ganado con su arrojo y valentía. Cayó el 16, en un ataque formidable a la primera línea bolí. No pude verlo, aunque estuve en esos momentos en la división, pero me dijeron que lo habían retirado de la línea enemiga gravemente herido, destrozado. Los hechos ocurrieron así: se había dispuesto la irrupción sorpresiva y violenta sobre las posiciones enemigas en las primeras horas de la madrugada. La operación se llevó a cabo brillantemente. En silencio y rápidos como un rayo, llegaron los nuestros a la línea, se apoderaron de ella y continuaron adelante tras del enemigo que huía. Entre las tropas atacantes estaba la compañía Buzarquis con su teniente a la cabeza. A unos cien metros de la 1ª línea, una 2ª defendida por obstáculos elevados de troncones y ramas aguzadas, alambradas y pozos de lobo cortó el paso a los nuestros. Para llegar al enemigo que hacía fuego tras el obstáculo, había que salvar éste y para salvarlo, había que ser gigante o ingenioso. Y Buzarquis, ese muchachito moreno de ojos vivaces, alegre, que solíamos ver pasar risueñamente por las calles guaireñas, fue en aquellos momentos que requería resoluciones heroicas, gigante e ingenioso. Ingenioso, porque deteniéndose ante la tala que avanzaba sus ramajes en punta, agachó el lomo y ordenó a sus soldados para que sirviéndose de él como pedestal saltasen el obstáculo; ¡y fue gigante porque para hacer esto a dos pasos del enemigo que escupía la muerte con todo el furor que prestan la impotencia y el temor aliados, hay que tener un corazón tan grande como la Patria misma! Amigo: que sepan todos los guaireños – y en especial los hermanos del héroe – que Buzarquis murió una mañana de febrero frente a la mole inmensa de la cordillera de “Aguaragüe”, azul y hermosa como la de su valle, sirviendo de pedestal a la victoria. Porque la compañía Buzarquis tomó la posición y sigue en ella”.

Una calle de Asunción lleva su nombre.

Alberto Gardel (mayor póstumamente), murió el 19 de abril de 1935, en Boyuibe. Antiguo oficial del ejército nacional, egresado de la Escuela Militar en 1917. La revolución de 1922 truncó su carrera, así como la de muchos de sus camaradas que adhirieron al movimiento del coronel Adolfo Chirife.  Exiliado, se radicó en Argentina, donde pudo hacerse de una buena fortuna económica, en el rubro ganadero. Al iniciarse la contienda, dejó sus comodidades en el vecino país y se presentó a ofrecer sus servicios. Una vez reincorporado, fue asignado al sector Bahía Negra, donde pasó gran parte de la contienda. A fines de 1934, fue trasladado al frente de guerra, donde encontró la muerte. Calles en Asunción y en Pilar llevan su nombre.

José Infante Rivarola (mayor póstumamente), murió el 23 de abril de 1935. Egresado de la promoción 1928 de la Escuela Militar. Como oficial de planta de dicha casa de estudios, integró el RI 6 “Boquerón”, comandando una de sus compañías. Participó de las batallas de Boquerón, Arce, Alihuatá, Saavedra, hasta Ballivián. En Campo Vía, diezmado su batallón por los morteros y la artillería del enemigo, soportó los intentos bolivianos de perforar su línea. En agosto de 1934, pasó a comandar el RI 20 “Acayuasa”, llegando hasta las primeras estribaciones andinas. Fue mortalmente herido, mientras observaba con sus prismáticos, a cuerpo gentil, las posiciones enemigas en el sector Mandeyupecuá. Sabiendo que su herida era letal, dedicó sus últimas energías a impartir instrucciones a quien le sucedería en el mando de la unidad. Lleva su nombre un fortín ubicado en la línea de frontera con Bolivia, antiguamente denominado Oruro. Una calle de Asunción también lo recuerda.

Pablo R. Lagerenza (teniente), murió el 24 de abril de 1935, en Boyuibe. Egresado del Colegio Nacional, estaba estudiando medicina en Montevideo (Uruguay). Cuando se realizó la primera movilización, en 1929, se presentó y egresó con la tercera remesa de oficiales de reserva, en octubre de ese año. Al iniciarse la guerra, se presentó al consulado paraguayo en ese país, y retornó para enrolarse. Pudiendo servir en la sanidad del ejército, prefirió ir a combatir, por lo que fue reclutado en el RI 14 “Cerro Corá”. Peleó en las batallas de Toledo, Corrales, Camacho y otras, como comandante de pelotón. Ascendido por méritos de guerra, y después de estar en el frente por 14 meses, obtuvo un permiso de 3 meses para rendir sus exámenes en la facultad. De regreso, ocupó un puesto en el Estado Mayor. Al poco tiempo regresaría al frente, esta vez como comandante de batallón, del mismo regimiento. Así, luchó desde Picuiba hasta Santa Fe. Tenía 21 años. Sus restos mortales quedaron en el Chaco. El antiguo fortín boliviano Ingavi lleva su nombre. También una calle en San Lorenzo.

Francisco Américo Picco Palacios (teniente), nacido en Colonia Elisa (hoy Villa Elisa), en enero de 1916. Murió el 26 de abril de 1935. Sentó plaza a los 17 años en la Escuela de Especialidades, siendo entrenado para el manejo de radios de frecuencia (radiografista según los periódicos). Pese a su profesión, que le eximia hasta cierto punto de los peligros de la lucha, pidió el mando de un pelotón cuando los bolivianos entraron decididamente a uno de los establecimientos paraguayos cerca de la serranía de Aguaragüe. Así, en un acto temerario rompió el cerco enemigo y salvó con ello el destacamento, muriendo en el combate. Fue ascendido póstumamente. Un fortín boliviano fue rebautizado con su nombre, el cual se mantiene hasta la fecha. La avenida principal de Villa Elisa también lo recuerda.

José Mercedes García Riccardi (capitán póstumamente), oriundo de Barrero Grande (hoy Eusebio Ayala). Murió el 13 de mayo de 1935, en las acciones de Santa Fe. Estaba enrolado en el arma de artillería, siendo especialista en morteros. Era del RI “Mariscal López”. Maestro normal titulado, se presentó con su hermano para ir al Chaco. Casi dos años estuvo en el frente de batalla, siendo evacuado en una oportunidad por una grave dolencia. Una vez recuperado, volvió al teatro de operaciones. El personal directivo y docente de la Escuela Normal N° 5, de su ciudad natal, preparó actos en su honor, que se realizaron el 13 de junio de 1935, con la concurrencia de todo el pueblo. Sus restos mortales descansan en el cementerio de Barrero Grande, en una urna especialmente preparada por sus camaradas. Una calle de Asunción y otra de Eusebio Ayala llevan su nombre.

Heriberto Frutos Brun (teniente), murió el 18 de mayo de 1935, en Ñancorainza. Era hijo del Inspector General de Sanidad, doctor Natalicio Frutos. Herberto había nacido en Paris (Francia), cuando su padre estaba siguiendo sus cursos de especialización. A los tres años, se radicó en Buenos Aires, donde fue criado. Desde la capital argentina, llegó a Paraguay cuando se iniciaron las hostilidades con Bolivia. Sufrió mucho a consecuencia de enfermedades en el Chaco, siendo evacuado en tres oportunidades. Pero siempre volvió al frente. Era bachiller y aunque pensaba seguir la carrera de medicina, no quiso enrolarse en la sanidad y prefirió actuar como soldado. Sus restos mortales descansan en el Cementerio de la Recoleta, en uno de los columbarios erigidos para guardar los despojos de los héroes y mártires de la contienda chaqueña. Hoy, completamente abandonado.

Raúl Restituto Carmona (capitán póstumamente), murió el 31 de mayo de 1935, en Ingavi. Al estallar la guerra, Carmona se hallaba prestando servicios en la Escuela de Aspirantes a Suboficiales de Villa Hayes. Incorporado al RI “Lomas Valentinas”, marchó inmediatamente a la zona de operaciones. Herido en tres oportunidades, había sido evacuado a Asunción igual cantidad de veces. El 18 de mayo de 1935, aún convaleciente, partió por cuarta vez al frente, incorporándose esta vez al Regimiento “General Caballero”. Pocos días después encontró la muerte. Tenía 23 años. Una calle de Asunción lleva su nombre.

Rodolfo Luis Cuellar Chaguey (teniente), murió el 6 de junio de 1935, en Yrendague. Estudiante del 3er. curso de la Escuela de Comercio. Sus restos mortales descansan en el Cementerio de la Recoleta, en uno de los columbarios erigidos para guardar los despojos de los héroes y mártires de la contienda chaqueña. Hoy, completamente abandonado. Su lapida reza: “su desconsolada madre y hermana imploran por la salvación del alma del extinto”.

“Nace el Himno… las estrofas resonantes de la nueva epopeya… Es otro joven héroe de nuestra raza y nuestra sangre que entra en la inmortalidad”.