El 31 de mayo de 1885 marca una fecha trascendental en la historia de las relaciones entre Paraguay y Uruguay. En esta fecha, una comitiva uruguaya llegó a Paraguay con la misión de devolver parte de los trofeos de guerra tomados durante la la Triple Alianza. Este acto fue iniciativa del entonces presidente uruguayo, General Máximo Santos, y simbolizó un paso hacia la reconciliación y la amistad entre ambos países.
La devolución de los trofeos de guerra se sumó a otros gestos fraternos de Uruguay hacia nuestro país. En 1883, durante el gobierno del General Máximo Santos, se firmó el Tratado de Paz y Amistad entre las repúblicas de Paraguay y Uruguay. Este tratado, además de renunciar al cobro de la deuda generada por los costos de la guerra, condonó la misma a Paraguay, manifestando una enorme muestra de confraternidad y buena voluntad por parte del gobierno uruguayo.
El presidente paraguayo, Bernardino Caballero, agradeció el gesto con acciones que reforzaron los lazos entre ambos países. La Plaza San Francisco en Asunción fue renombrada como «Plaza República Oriental del Uruguay», hoy conocida simplemente como Plaza Uruguaya. Asimismo, el General Santos fue honrado con la ciudadanía paraguaya y el nombramiento como General honorífico de los ejércitos de Paraguay. Décadas después, una calle que delimitaba Asunción fue bautizada en su honor como General Santos. En la actualidad, nombres como Uruguay y su máximo prócer, el General José Gervasio Artigas, se encuentran en varias calles de la ciudad, perpetuando la memoria de estos gestos de amistad.
Este acto de devolución y la condonación de la deuda tuvieron un impacto profundo y duradero en las relaciones bilaterales. Paraguay y Uruguay, a partir de estos eventos, lograron construir una relación basada en el apoyo mutuo y la cooperación en diversas situaciones geopolíticas complejas durante las décadas siguientes.
La devolución de los trofeos de guerra por Uruguay a Paraguay en 1885, bajo la presidencia del General Máximo Santos, marcó el inicio de una nueva era de relaciones bilaterales. Este acto de generosidad y confraternidad consolidó la paz entre ambos países y sentó las bases para una cooperación futura, demostrando que la reconciliación y el respeto mutuo pueden prevalecer incluso tras los momentos más oscuros de la historia.
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