Por: Elvio Venega (*)
Durante la Guerra de la Triple Alianza (1865 -1870) la enorme concentración de soldados en los campamentos se convirtió en un mercado singular para los organizadores de espectáculos que ofrecían bailes y “otro tipo de diversiones” para las tropas. La proyección de vistas
(imágenes fotográficas o pinturas) era uno de los pasatiempos favoritos de los militares.
En el año 2000, Miguel Ángel Cuarterolo, considerado como uno de los padres de la historia fotográfica argentina, publicaba “Soldados de la Memoria – imágenes y hombres de la Guerra del Paraguay”, un importante material de fotografías de la Guerra de la Triple Alianza (1865 – 1870). La Guerra contra el Paraguay, que así se llamó en el Río de la Plata, fue el primer conflicto sudamericano en ser capturado por cámaras fotográficas. En su valiosa publicación Cuarterolo hace notar que durante dicha contienda la enorme concentración de soldados en los campamentos, principalmente de los aliados, previo al combate o en las obligadas pausas entre marchas y ocupaciones, se convirtió en una especie de singular mercado para los organizadores de espectáculos que ofrecían bailes y “otros tipos de diversiones” para las tropas.
En ese ambiente, la proyección de “vistas” (imágenes fotográficas o pinturas)1 era uno de los pasatiempos favoritos de los militares y de los parientes de los soldados alistados para la guerra.
Muchos de los retratos que se proyectaban o se vendían eran generalmente propios o de familiares, de amigos o amigas o de personajes célebres de la política y circulaban en los campamentos y en el frente como material intercambiable, como un bien más dentro del ajuar
personal de los combatientes2.
El citado material, que además de hacer referencia a los inicios del “fotorreportaje” en el Río de la Plata, rescata y reúne para la memoria más de un centenar de fotografías, muchas de las cuales son consideradas inéditas. Acompaña su trabajo con un relato del contexto histórico de la Guerra de la Triple Alianza y el entorno tecnológico, económico y cultural que propiciaron las primeras vistas de los campos de batalla, principalmente durante la citada contienda.
Según indica, aquellas fotografías constituyeron un aporte importe a la pintura, método utilizado entonces para reflejar significativos acontecimientos mediante, muchas veces, la libre imaginación de los artistas. “Gracias al aporte de la fotografía, la pintura histórica se perfeccionó notablemente en el siglo XIX”, argumentaba Cuarterolo al sostener que la confianza en el poder de la fotografía como registro fidedigno fue lo que llevó a los pintores a basarse en ella sin reparar en los códigos del lenguaje fotográfico.
Uno de los retratistas, con un importante cúmulo de obras, fue el general José Ignacio Garmendia3, diplomático, escritor, pintor y militar argentino que intervino en la contienda de la Triple Alianza. Ofició de corresponsal del diario “La Tribuna”, y sin ser un “pintor profesional”, realizó 149 acuarelas, además de varias crónicas publicadas como libros testimoniales, entre ellas “Recuerdos de la Guerra del Paraguay” con relatos de la Batalla del Sauce, Combate de Yataity-Corá, entre otros.
Según Mariana Giordano, doctora en Historia e investigadora principal del Conicet y académica delegada por el Chaco en la Academia Nacional de Bellas Artes de Argentina, es precisamente Garmendia uno de los artistas quien en la relación entre la fotografía y la pintura revela una vinculación más estrecha, además de otras obras representadas, como la obtenida por la Compañía Bate, de la iglesia de Paso de la Patria que fue hospital de sangre durante el conflicto.
Además de vistas de los campamentos enemigos y aliados, y de las condiciones de detención de las tropas paraguayas, Garmendia describe mediante sus obras, la vida cotidiana de las tropas durante la guerra. Su obra más destacada es la acuarela de cadáveres paraguayos amontonados, imagen que originalmente tuvo como fuente la fotografía, de amplia difusión, tomada por la citada Compañía Bate, que Cuarterolo también incluye en su libro de referencia.
La historiadora María Lucrecia Johansson, en su libro “La gran máquina de publicidad” (2017), señala que León Sánchez de Palleja es el más renombrado de los corresponsales militares de la guerra de la Triple Alianza, cuya obra “Diario de campaña de las fuerzas aliadas contra Paraguay”, es tenida como un clásico de la literatura uruguaya.
Es considerado el corresponsal de guerra por excelencia. Nacido en España como José de Pons y Ojeda, conocido luego como León Sánchez de Palleja, llega a Montevideo en 1840 con el rango de teniente. Tras su arribo continuó su carrera en el ejército siendo soldado en la Guardia Nacional del Uruguay. Ya como coronel e incorporado en la contienda de la Triple Alianza, cae abatido en el campo de batalla de Boquerón, en tierras paraguayas, el 18 de julio de 1866.
Johansson refiere que Palleja escribió un total de 64 cartas que se publicaron en el periódico “El Pueblo” de Montevideo. En una de esas cartas, escrita el 22 de noviembre de 1865, desde el campamento de Yaguareté-Corá en Corrientes, reflexiona que “…habiendo tanto fotógrafo hoy día en la capital de Montevideo y en Buenos Aires, admira como no se ha animado alguno a seguir los ejércitos aliados y levantar vistas, que de seguro hubieran sido buscadas por su mérito y por el interés que toman en nuestros trabajos y glorias los parientes y amigos de los que componen el ejército aliado; hasta por los extraños hubieran sido procuradas”.
En ese mismo escrito, Palleja reflexiona y exhorta que “…la gente no se contenta con oír solamente lo que les refieren los periódicos; quiere ver, máxime aquellas escenas principales en que se salva una dificultad o se sustenta un combate. Creo que, aunque tarde, no dejarían de hacer un buen negocio todavía”.
Alberto Del Pino Menck, investigador del Instituto Histórico y Geográfico del Uruguay (IHGU), en un trabajo realizado en 2016 sobre las “Relaciones entre fotografía y demás iconografía de la Guerra del Paraguay”, sostiene que aquellas reflexiones y exhortaciones de Palleja, y por supuesto, además del “…del afán de lucro”, serían el motivo por el que finalmente la firma “Bate y Cía de Montevideo”, comisionara a su fotógrafo Javier López al Paraguay para una cobertura fotográfica de la guerra que estaba en su pleno apogeo y que continuaría varios años más. “El ideólogo de las fotos fue un estadounidense de origen irlandés llamado George Thomas Bate, que en 1859 había abierto en Buenos Aires una tienda de fotografía llamada Casa Bate & Cía”.
Dicha empresa gestó una importante colección de imágenes, las más difundidas hasta hoy como testimonio fotográfico de la Guerra contra la Triple Alianza. El 22 de mayo de 1866, el ministro de Guerra y Marina del Uruguay, Lorenzo Batlle autorizó que la compañía de fotógrafos Bate y Cía., llegue hasta el frente de batallas de la Guerra Grande, para realizar las primeras colecciones de vistas de la guerra.
Un importante historiador, Mario Chaves, autor de varios libros de fotografía en tiempos de guerra y sobre uniformes en Argentina, en noviembre de 2012 brindó una conferencia en Paraguay con el título; “La fotografía en la Guerra de la Triple Alianza”. En la oportunidad
habló sobre las técnicas del daguerrotipo y otros temas generales acerca del conflicto y los fotógrafos que retrataron la contienda que se libró entre 1865 y 1870. El citado historiador coincide con la idea de que las guerras en general constituyen un factor de negocio y
espectáculo, y que ambos elementos se retroalimentan.
Similar idea se desprende del artículo publicado por Verónica Smink, en el 2015, en BBC News Mundo con el título; “El curioso negocio de las primeras fotos de guerra de América Latina”4, El citado artículo hace referencia a la muestra en conmemoración de los 150 años de la Guerra de la Triple Alianza, dada en el Centro Cultural de la República “El Cabildo” con el apoyo de la embajada del Uruguay en Asunción. Smink hace notar que, a pesar del enorme valor documental de las fotos tomadas en la Guerra de la Triple Alianza, lo curioso de ello es que su origen no se basa en una necesidad periodística ni histórica, sino que las mismas surgieron como un negocio.
Sin embargo, no se puede desconocer, como lo destaca Cuarterolo, que si bien la idea de “vistas e imágenes” a soldados, militares y lugares bélicos, surgió como una oportunidad de “negocios ligada al espectáculo”, la fotografía jugó un papel importante en la prensa. La primera
colección de fotos (“vistas del frente” de Bate & Cía) de los campos de batalla se publicó el 1º de agosto de 1866, en diarios rioplatenses.
Las “Cartes de Visite” (elaboradas en estudios de fotografías), también eran utilizadas en la prensa para poner cara e ilustrar las noticias que llegaban del frente. Esta práctica fue muy frecuente entre las naciones que conformaban la Triple Alianza. Según algunos historiadores, se hizo muy popular en periódicos brasileros, por ejemplo, en el paulista “Cabrião” o en el carioca “Semana Illustrada”.
Debe notarse que coincidente con este periodo, entre los años 1864 y 1870, surgieron varios periódicos ilustrados, cinco de ellos en el Paraguay; El Semanario, El Cabichuí, El Centinela, Cacique Lambaré y La Estrella, y al menos diez en el Imperio del Brasil además de Vida
Fluminense, Semana Illustrada, Cabrião, Diabo Coxo, O Arlequim. Mientras tanto, entre Argentina y Uruguay, aparecieron más de una veintena, destacándose entre ellos; El Correo del Domingo, El Correo Porteño, El Correo de Ultramar, El Mosquito, El Pica-Pica, El Nacional,
La Tribuna y El Pueblo.
Los periódicos, ya bien representados en las ciudades del Río de la Plata y del Brasil, solicitaban a los fotógrafos materiales para proporcionar temas e inspiración a los grabadores (pintores) encargados de ilustrar las noticias. El diario “La Tribuna” de Buenos Aires, el 14 de noviembre de 1866, informaba que la colección de diez vistas fotográficas de la Guerra del Paraguay, que se exhibieron en las vitrinas de la librería inglesa de Loedel, frente a la Bolsa de Comercio, costaba 225 pesos. La demanda social es también la de los lectores, quienes compran fotografías en las librerías para visualizar los datos que descubren en los diarios.
André Toral, en su libro “Imagens em Desordem. A Iconografia da Guerra do Paraguai”, publicado en el 2001, menciona que desde el inicio de la guerra se dedicaron a vender copias de “cartes de visite” de los personajes políticos más famosos involucrados en el conflicto.
Rápidamente comenzaron a circular en el frente retratos del presidente argentino Bartolomé Mitre, del presidente uruguayo Venancio Flores y del Emperador Pedro II; inclusive, habían llegado a reproducirse retratos del Mariscal Francisco Solano López5 También se publicó, en 1865, una “Carte de visite” de Elisa Linch.
Algunas anécdotas, sacadas de correspondencias privadas, mencionan que, muchos de los retratos que les enviaban los familiares, los compañeros de campaña, “las arrancaban de la mano” antes de llegar al campamento. En otro caso se cuenta que Dominguito Sarmiento, le
pide a su madre que le envíe “copias de retratos antiguos que él mismo se tomó antes de ir a la guerra, retratos de ella, y cuantos otros puedas pescar de chicas y amigos”, para intercambiar con sus compañeros del frente de batalla6
.
Los teatros de operaciones se imponen inmediatamente como lugares que se prestan para el intercambio de fotografías, el reportaje fotográfico o como fuente de información a la opinión pública a través de la naciente prensa ilustrada. Así, se observa los principios de la cultura de masas que se desarrolla en el Río de la Plata en 1860 con la fotografía bélica: la lectura de la prensa ilustrada, los reclutas que se sacan fotos en el frente para mandar retratos a sus familiares, junto con la correspondencia personal.
La guerra como espectáculo, sin duda es un tema que tiene aristas variados y con diferentes perspectivas. En todo caso, en la medida del avance de las tecnologías gráficas y audiovisuales, siempre ha tenido su cuota de frivolidad y morbosidad con imágenes de violencia y sufrimiento en algunos cosos y en otros históricos. En ocasiones, mediante el arte y el cine, la guerra como espectáculo ha buscado banalizar y ocultar su verdadera naturaleza de tragedia humana, de muerte, destrucción y sufrimiento.
(*) Es Abogado y Comunicador Institucional
1 Aquellos retratos, eran las ya conocidas en esa época “carte de visite” o tarjetas de visita fotografías de formato comercial – inventado por
el fotógrafo francés Adolphe Disderi en 1854- de 9 por 5 centímetros
2 Cultura Visual y Cultura Material: Circulación y consumo de objetos fotográficos durante la Guerra contra el Paraguay (1864-1870)
www.memoria.fahce.unlp.edu.ar/trab_eventos/ev.1832/ev.1832.pdf
3 Además de Garmendia, se pueden también destacar los trabajos en acuarela realizados por el suizo Adolfo Methfesse (1836-1909), Cándido
López (1840-1902) y del brasileño Víctor Meirelles (1832-1903), quienes tuvieron habilidad plástica destacada como cronistas de la trágica
contienda.
4 https://www.bbc.com/mundo/noticias/2015/02/150211_paraguay_triple_alianza_fotografias_vs
5 Toral, André. (2001) Imagens em Desordem. A Iconografia da Guerra do Paraguai. São Paulo: Companhia das Letras. p. 83
6 Correspondencia de Dominguito en la guerra de Paraguay. (1975) Buenos Aires: El Lorraine. p. 26.