Asunción se prepara para ser el escenario de la próxima cumbre del Mercosur, un evento que, en teoría, debería reforzar la visión de un mercado común y una integración regional robusta. Sin embargo, a 33 años de la firma del Tratado de Asunción, la realidad dista mucho de ese ideal. En lugar de un bloque sólido y cohesionado, el Mercosur parece más una «bolsa de gatos», donde los intereses individuales prevalecen sobre la cooperación regional.
Uruguay, por ejemplo, ha decidido mirar hacia China, buscando negociar acuerdos comerciales bilaterales que beneficien a su economía, sin esperar el consenso del bloque. Esta postura ha generado tensiones dentro del Mercosur, evidenciando las dificultades para avanzar en una agenda común. Por otro lado, la ausencia del presidente argentino, Javier Milei, en la cumbre, y su confrontación con el presidente brasileño, Luiz Inácio Lula da Silva, reflejan una fragmentación que socava la credibilidad del bloque.
Estos encontronazos, aunque llamativos, desvían la atención de problemas más profundos y persistentes. A lo largo de estas tres décadas, el Mercosur ha avanzado poco en términos de integración real y promoción del desarrollo regional. Paraguay, en particular, sigue siendo víctima de las políticas proteccionistas y las prácticas comerciales restrictivas de sus dos grandes vecinos, Argentina y Brasil. Estos países, en reiteradas ocasiones, han creado obstáculos en la frontera, afectando negativamente el comercio y la movilidad de los ciudadanos paraguayos.
La situación en los pasos fronterizos es un claro ejemplo de la falta de integración. Los ciudadanos deben enfrentar trámites engorrosos y, a menudo, el maltrato de los funcionarios, lo que contrasta con la idea de un mercado común sin barreras. En lugar de facilitar la movilidad y el comercio, las políticas actuales parecen diseñadas para entorpecerlas.
El Mercosur nació con la intención de conformar un gran mercado de integración, promoviendo el desarrollo y la cooperación entre sus miembros. Sin embargo, la realidad es que cada país juega su propio partido, priorizando sus intereses nacionales sobre los objetivos comunes. La falta de una actuación en bloque coherente y la ausencia de políticas integradoras efectivas han debilitado el verdadero potencial del Mercosur.
La próxima cumbre en Asunción debe ser un espacio para reflexionar sobre estos desafíos y buscar soluciones concretas. Es fundamental que los líderes del bloque reconozcan la necesidad de una mayor cohesión y de políticas que realmente promuevan la integración regional. Solo así el Mercosur podrá avanzar hacia la realización del sueño que inspiró su creación hace 33 años.