La propuesta de prorrogar los mandatos de intendentes y concejales municipales hasta el 2028, bajo el pretexto de economizar recursos y hacer coincidir las elecciones municipales con las generales, constituye una afrenta a la democracia y a la voluntad popular. Esta iniciativa, lejos de ser un acto de eficiencia administrativa, es una excusa para perpetuar en el poder a autoridades que han demostrado, en muchos casos, una falta de productividad y compromiso con sus comunidades.

Durante las últimas elecciones, el electorado ya experimentó la complejidad de la modalidad de listas desbloqueadas, enfrentándose a un número abrumador de cargos en disputa. Incluir aún más cargos en las próximas elecciones no haría sino aumentar la confusión y el desconcierto entre los votantes, sometiéndolos a un laberinto de nombres y cargos que resultaría impracticable. Este argumento de la eficiencia y la economía de recursos no resiste un análisis serio y parece diseñado para disfrazar intenciones menos nobles.

Afortunadamente, existen voces sensatas dentro de diferentes partidos políticos, tanto oficialistas como opositores, que han expresado su rechazo a esta absurda pretensión de extender los mandatos municipales. La realidad es que muchos concejales y intendentes con serias denuncias de corrupción y mala gestión están buscando beneficiarse de esta prórroga.

Unite al canal de La Tribuna en Whatsapp

Casos emblemáticos como el de Carlos Echeverría, intendente de Luque, imputado tras el trágico accidente que costó la vida a una madre y su hija, o el de Guido González, intendente de Lambaré, también imputado por homicidio culposo tras la muerte de dos militares arrastrados por los raudales, ilustran la irresponsabilidad y la negligencia de algunas administraciones municipales. Ambos incidentes, ocurridos por la falta de infraestructuras mínimas de seguridad, reflejan la ineficiencia y el gasto superfluo en desmedro de inversiones necesarias para el bienestar ciudadano.

Son apenas dos casos más emblemáticos, pero si nos pusiéramos a analizar existen escasas administraciones municipales que pueden demostrar ante la ciudadanía una gestión eficiente, en aspectos elementales del manejo de sus respectivos distritos.

El rechazo a esta propuesta debe ser firme y unánime. La democracia se fortalece con la renovación y la alternancia en el poder, no con la perpetuación de autoridades que han demostrado su ineficacia y, en muchos casos, su corrupción. Los ciudadanos merecen respeto a su voluntad y autoridades comprometidas con su bienestar, no un artificio legal que prolongue administraciones deficientes.