En el primer semestre del año, según datos del Ministerio Público, se reportaron 16 casos de feminicidios en Paraguay. Aunque esta cifra representa una leve disminución en comparación con el mismo periodo del año pasado, no deja de ser profundamente preocupante que los números sigan siendo tan elevados. Cada feminicidio no solo representa una vida truncada, sino también un círculo de dolor y trauma que se extiende a familiares, amigos y, muy especialmente, a los niños que quedan huérfanos, cargando con secuelas traumáticas de por vida.
Esta realidad pone de manifiesto la urgente necesidad de seguir trabajando en la educación para combatir este flagelo. La prevención debe empezar desde las escuelas, generando conciencia y promoviendo un cambio cultural que fomente la igualdad y el respeto entre géneros. Es fundamental insistir en las campañas de concienciación a través de todos los medios posibles, como se ha venido haciendo mediante organismos gubernamentales y organizaciones de la sociedad civil. No obstante, no podemos cejar en este esfuerzo; el compromiso debe ser constante y creciente.
Es innegable, que donde aún tenemos un déficit es en la protección a las víctimas por parte de los organismos del Estado. Es necesario insistir en la preparación y concienciación de los funcionarios públicos, especialmente de la policía, institución que todavía está muy permeada por un fuerte concepto machista. Esto se evidencia con frecuencia en las denuncias de víctimas y sus familiares, quienes relatan la indiferencia, con que, en ocasiones, son recibidas sus quejas.
Como sociedad, debemos trabajar arduamente para desterrar los viejos estereotipos culturales que perpetúan la violencia de género. Es necesario fomentar la igualdad en todos los ámbitos, desde el hogar hasta el lugar de trabajo. Los medios de comunicación tenemos un rol fundamental en esta tarea. La responsabilidad va más allá de informar; la tarea también debe ser acompañar efectivamente las campañas y colaborar desde todos los espacios en la difusión de la igualdad y la protección a las víctimas.
El desafío es enorme, pero no imposible. Construir una sociedad más igualitaria y sana para las familias y las próximas generaciones de paraguayos debe ser un compromiso de todos. Solo con un esfuerzo conjunto y decidido podremos erradicar la violencia de género y asegurar un futuro donde la igualdad y el respeto sean la norma.