Por alguna extraña razón en Paraguay lamentablemente existe una alarmante escasez de conciencia ciudadana sobre la importancia del cuidado del medio ambiente. Así, en la vida cotidiana, observamos a compatriotas arrojar basura en los cursos de agua y los raudales sin pensar en las consecuencias. Somos testigos de la depredación de la fauna en ríos y bosques, actos que reflejan una desconexión preocupante con la naturaleza. Paraguay, un país bendecido con recursos naturales en abundancia, está en riesgo de degradación ambiental si no despertamos nuestra conciencia colectiva.

La deforestación en Paraguay es un problema crítico. La tala indiscriminada de árboles no solo destruye ecosistemas, sino que también degrada el suelo, afectando gravemente nuestra biodiversidad. La contaminación del agua y el aire añade otra capa de crisis, poniendo en riesgo la salud de la población y la economía nacional.

A diario, los cursos de agua se ven invadidos por desechos, una práctica que contamina nuestras fuentes de vida y amenaza la salud pública. Esta falta de respeto por el medio ambiente persiste pese a las campañas de educación y concienciación. Somos una sociedad que constantemente evoca su origen guaraní, nativos de esta tierra que tenían un profundo respeto por la naturaleza. Sin embargo, en la actualidad demostramos un total desprecio hacia ella.

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Es por ello que además de insistir en las campañas de educación ambiental, habría que también iniciar un debate sobre las causas de este desprecio hacia la naturaleza que demuestra nuestra sociedad. Paralelamente no debemos dejar de insistir en implemente políticas y programas sostenibles. La conservación de áreas silvestres, el uso sostenible de recursos naturales y el aprovechamiento de la innovación y la tecnología, para preservar nuestros recursos.

La tarea no es sencilla, pero es impostergable. Debemos cambiar nuestra forma de interactuar con el entorno, adoptar prácticas más respetuosas y exigir políticas que promuevan la sostenibilidad. Si no actuamos ahora, las consecuencias serán devastadoras no solo para nosotros, sino para las generaciones futuras que heredarán un país gravemente dañado.