Las cifras proporcionadas por el Ministerio Público sobre los delitos contra menores y adolescentes en nuestro país son profundamente alarmantes y nos obligan a reflexionar sobre la sociedad que estamos construyendo. De acuerdo con un informe de la Fiscalía, entre enero y abril de 2024, se han registrado 6.266 denuncias de hechos punibles contra niños y adolescentes, lo que representa un promedio de 52 casos por día. Entre estos, se destaca la escalofriante cifra de 8 casos de abuso sexual infantil atendidos diariamente.

Los datos incluyen casos de abuso sexual, maltrato, estupro, pornografía infantil, abuso por medios tecnológicos, violación del deber de cuidado y denuncias por incumplimiento del deber legal alimentario. Esta realidad, si bien ya es extremadamente preocupante, solo refleja los casos que han sido denunciados. Es bien sabido que en una sociedad donde estos temas aún son tabú, muchos casos permanecen en la sombra, sin ser reportados, lo que sugiere que la magnitud real del problema es aún mayor.

Es imperativo que como sociedad, pongamos la defensa de los derechos de nuestros niños y adolescentes como una prioridad absoluta. Nos enfrentamos a una crisis de proporciones inimaginables que exige una respuesta inmediata y contundente. ¿Qué clase de sociedad estamos construyendo si no somos capaces de proteger a los más vulnerables?

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La urgencia de esta situación demanda la acción coordinada de todas las organizaciones sociales, civiles, educativas y de los medios de comunicación. Necesitamos una campaña nacional de educación, concienciación y protección que no solo denuncie y sancione estos delitos, sino que también prevenga su ocurrencia. Debemos trabajar incansablemente para garantizar un entorno saludable y seguro para nuestros niños y adolescentes.

Los delitos reportados no son solo estadísticas; son vidas destruidas, infancias robadas y futuros truncados. La violación del deber de cuidado y el incumplimiento del deber legal alimentario, reflejan una descomposición social que no podemos permitirnos ignorar.

La indiferencia no es una opción cuando se trata del bienestar de nuestros niños. Es hora de que actuemos con la urgencia y determinación que esta crisis requiere. Solo así podremos aspirar a construir una sociedad justa, segura y compasiva, donde cada niño y adolescente pueda crecer libre de miedo y violencia.