La oscuridad del abuso infantil se está arraigando silenciosamente en nuestro país, extendiéndose con la complicidad de una sociedad indiferente. Este flagelo ha alcanzado proporciones alarmantes, evidenciando una crisis que demanda acción inmediata y contundente por parte de todos los sectores de la sociedad.

Los recientes casos de abuso que han salido a la luz, como el ocurrido en Lambaré, donde las imágenes de un niño siendo forzado a ingresar a un vehículo han conmocionado a la ciudadanía. Pero estos hechos son apenas la punta del iceberg de una problemática mucho más amplia y profunda. Detrás de cada caso denunciado, hay muchos más que nunca llegan a la luz pública, víctimas del silencio cómplice de familiares y de la comunidad en general.

La protección de nuestros niños es responsabilidad de todos. Como sociedad, debemos dejar de lado la indiferencia y tomar acciones concretas para prevenir y combatir el abuso sexual infantil. Esto implica desarrollar estrategias de comunicación efectivas que sensibilicen a la población sobre la gravedad del problema y brinden herramientas a los niños para defenderse.

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El gobierno ha dado un paso importante al lanzar una campaña inclusiva que insta a toda la sociedad a unirse en la lucha contra el abuso infantil. Sin embargo, la concienciación no es suficiente. Se necesita también invertir en capacitación de profesionales, tecnología y fortalecimiento de las instituciones pertinentes, para enfrentar esta problemática de manera efectiva.

Las cifras son alarmantes. Según datos del Ministerio Público, en el primer trimestre de este año se abrieron 714 causas por abuso sexual en niños, y se estima que el número real de casos es mucho mayor, considerando los que no son denunciados. En los últimos tres años, se han registrado más de 10.800 casos de abuso sexual infantil, una cifra que refleja la magnitud del problema que enfrentamos como sociedad.

Es preocupante también que la mayoría de los casos de abuso sexual ocurren dentro del entorno familiar, lo que dificulta las investigaciones y los castigos correspondientes. Es hora de romper el silencio cómplice que protege a los perpetradores y de garantizar la seguridad y el bienestar de nuestros niños en todos los ámbitos de sus vidas.

La protección de nuestros niños debe ser una prioridad absoluta para todos. Debemos trabajar juntos, como sociedad, para erradicar el abuso infantil y garantizar un futuro seguro y digno para las generaciones venideras.