En una sociedad que a menudo muestra resistencia hacia la reinserción de personas que alguna vez estuvieron privadas de libertad, son muy plausibles las iniciativas que buscan transformar vidas y romper con los estigmas sociales. En Paraguay, como en muchos otros lugares del mundo, la estigmatización de quienes han pasado por el sistema penitenciario sigue siendo una barrera para la reintegración a la sociedad.
En ese sentido, nuestro diario viene haciéndose eco de diversas acciones que se vienen desarrollando por instituciones y organizaciones que apuntan a reinserción social como un imperativo moral y pragmático. La capacitación en cultivo y producción hidropónica a personas privadas de libertad, bajo la dirección del Ministerio de Agricultura y Ganadería, es un ejemplo tangible de cómo las instituciones pueden colaborar para brindar oportunidades reales de aprendizaje y desarrollo de habilidades.
Este esfuerzo conjunto entre el MAG y el Ministerio de Justicia además de capacitar a las personas privadas de libertad en nuevas habilidades, también les ofrece la posibilidad de contribuir de manera positiva a la sociedad a través de la reparación y puesta en funcionamiento de viveros de hidroponía. Este tipo de iniciativas contribuyen a promover la autosuficiencia y la productividad, y fomentan la dignidad y la autoestima de quienes participan en ellas.
Por otro lado, mencionamos también el proyecto «Abriendo Puertas» liderado por la organización sin fines de lucro Alumbra, en colaboración con el Ministerio de Justicia, la Embajada Americana y la Asociación State Alumni Paraguay, que se convierte en un claro ejemplo de cómo la sociedad civil puede desempeñar un papel fundamental en la reinserción social. Al brindar formación en emprendedurismo y habilidades laborales, este proyecto empodera a las personas que alguna vez estuvieron privadas de libertad, ofreciéndoles las herramientas necesarias para construir un futuro mejor.
Debemos como sociedad asumir que la reinserción social va más allá de la adquisición de habilidades técnicas o laborales; también implica un cambio cultural y una transformación en la forma en que la sociedad percibe a quienes han cometido errores en el pasado. La directora fundadora de Alumbra, Alejandra Mendoza, destaca acertadamente la injusticia de evaluar a las personas únicamente por sus antecedentes penales, subrayando la importancia de ofrecer segundas oportunidades y valorar el potencial de cada individuo.
La lucha contra el estigma y los prejuicios asociados a las personas que han estado privadas de libertad es un esfuerzo colectivo que requiere la participación activa de todos los sectores de la sociedad. Es alentador ver cómo empresas y organizaciones están comenzando a reconocer el valor de la diversidad y la inclusión, ofreciendo oportunidades laborales y capacitaciones para quienes buscan reconstruir sus vidas después de haber cumplido sus penas.
Promover la reinserción no es solamente una cuestión de justicia social, es también una expresión solidaria y un acto de humanismo. Una sociedad que ofrece segundas oportunidades y apoya la rehabilitación de quienes han cometido errores en el pasado es una sociedad más segura, más justa y más próspera para todos.
Si no otorgamos oportunidades a nuestros compatriotas, los estamos condenando a sumirse en el mundo de la delincuencia y la postergación, aumentando el peligro para toda la sociedad. Los programas de reinserción deben ir también acompañados de una campaña de educación y concienciación sobre la importancia de la inclusión y aceptación. El resultado terminará beneficiando a toda la sociedad.