Nuestro sistema penitenciario se encuentra cautivo, preso de los clanes criminales que predominan la escena delictiva del Paraguay. En un nuevo evento de amotinamiento, y lo que parece ser un enfrentamiento entre miembros del PCC y el Clan Rotela, podemos evidenciar que estos grupos criminales mantienen sus fuerzas dentro de nuestras cárceles.

El Gobierno Nacional realiza sin dudas esfuerzos tendientes a desarticular la compleja y enredada maraña delictiva que rige desde las sombras los destinos de las penitenciarías. Un ejemplo de esto ha sido el Operativo Veneratio. Además, se han registrado múltiples traslados de cabecillas de estos grandes grupos criminales en los últimos meses. Obviamente es necesario seguir presionando hasta poder tener total control de todas las cárceles, sin excepciones y sin importar quienes se encuentren ahí.

La situación carcelaria siempre es preocupante. Casi de manera cíclica somos testigos de estallidos de violencia y el dominio desafiante de grupos criminales al interior de las prisiones. A pesar de los esfuerzos del gobierno por desactivar este control criminal, la realidad persiste y parece muy difícil de revertir.

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Nos encontramos ante la urgente necesidad de reformar significativamente las políticas penitenciarias e incluso penales para mantener las cárceles controladas. Paraguay debe rever integralmente estas políticas, con un enfoque que permita solucionar estas cuestiones de raíz y para siempre.

Las medidas punitivas tradicionales han demostrado ser insuficientes para contrarrestar el poderío de estos grupos, lo que demanda estrategias más contundentes. El operativo Veneratio nos hizo comprender que sí se puede recuperar el control de las cárceles, solo se requiere coraje y asumir el riesgo político.

Pero a este tipo de operativos hay que sumar indefectiblemente otras medidas firmes. Es necesario separar e incomunicar a los líderes, deportar a criminales extranjeros sin mayores trámites y propiciar un ambiente de mayor intervención de la fuerza pública en todas las penitenciarías del país, incluyendo a la fuerza militar si necesario fuere, ya que claramente los guardiacárceles no dan abasto.

Se hace imprescindible fortalecer la seguridad y el control dentro de los centros penitenciarios, garantizando que las autoridades tengan el respaldo necesario para mantener el orden y prevenir actividades delictivas. Esto incluye también la implementación de tecnologías de vigilancia avanzadas y la capacitación adecuada del personal penitenciario.

El hacinamiento es un enemigo del orden y la disciplina. Este factor contribuye a la proliferación de la violencia y el control de los grupos criminales. Urge mejorar las infraestructuras carcelarias para dotar a las penitenciarías de elementos de control estrictos y rigurosos.

Se han dado pasos importantes, mas lamentablemente vuelve a estallar otro conflicto que nos da la pauta de que la labor no está terminada, y en caso de que no sigamos manteniendo constante presión para asfixiar a los grupos criminales, la batalla está perdida más temprano que tarde.