El nombramiento de un nuevo viceministro Transporte, en este caso Emiliano Fernández, trae consigo promesas de cambio y mejoras sustanciales en el sistema del transporte público. Sin embargo, lamentablemente tenemos que recordar que sus antecesores también hicieron las mismas promesas y las mejorías nunca llegaron.
El transporte público no es solo un servicio; es una arteria vital que conecta a la población con sus lugares de trabajo, educación y desarrollo. Son los trabajadores, los estudiantes, la clase trabajadora, aquellos que contribuyen diariamente al engranaje de nuestra sociedad, quienes pagan el precio más alto por esta deficiencia crónica. ¿Cuántas horas de sus vidas deben sacrificar en las paradas, esperando un colectivo que nunca llega o que llega en condiciones deplorables? Es una afrenta constante a la dignidad de los compatriotas y una precariedad a la que en algún momento hay que ponerle fin.
La implementación de un nuevo sistema de transporte debe ir acompañada de medidas estructurales y sostenibles, no de soluciones parche que solo perpetúan el ciclo de ineficiencia. Es fundamental que el gobierno asuma un compromiso serio y tangible para poner fin a este maltrato a nuestros conciudadanos. Es hora de exigir responsabilidad y rendición de cuentas a los empresarios de transporte, quienes han prosperado a expensas del sufrimiento de la población.
La experiencia de otros países nos muestra que la exigencia y la supervisión rigurosa de las empresas de transporte pueden conducir a mejoras significativas en el sistema. Es hora de aprender de estas lecciones y aplicarlas en nuestra propia realidad. El billetaje electrónico, una iniciativa que prometía mayor transparencia y eficiencia, tampoco fue la solución, como se había promocionado, en gran medida debido a la falta de voluntad política y la complacencia con los intereses de unos pocos.
El compromiso de Fernández de consultar experiencias internacionales es un anuncio interesante. Pero, se necesitan acciones concretas y un enfoque integral que aborde los problemas estructurales del sistema de transporte. La mesa de diálogo con los empresarios del transporte debe ser más que una mera formalidad; debe ser un espacio donde se discutan y acuerden medidas concretas para mejorar el servicio y garantizar que se cumplan las normativas existentes.
El éxito o el fracaso del nuevo viceministro de Transporte no se medirá en discursos grandilocuentes o en promesas, sino en resultados tangibles que mejoren la vida de los ciudadanos.