En medio de los vientos de división y confrontación que azotan nuestra sociedad paraguaya, las reflexiones del Papa Francisco en esta Semana Santa resuenan con una claridad y urgencia ineludibles. En sus meditaciones para el Vía Crucis del Viernes Santo, el Santo Padre invita a la feligresía una profunda introspección, exponiendo los males que aquejan a nuestra humanidad y señalando caminos hacia una auténtica fraternidad.
Las palabras del Papa Francisco nos sitúan en un mundo asolado por la «locura de la guerra», donde la violencia, tanto física como verbal, se ha convertido en moneda corriente. El uso desmedido de las redes sociales, lejos de conectar corazones, ha exacerbado la polarización y el desprecio hacia el otro. En lugar de ser herramientas de diálogo y acercamiento, se han transformado en campos de batalla donde se difaman, insultan y condenan con una facilidad pasmosa.
Esta realidad, tan palpable en el escenario global, encuentra ecos dolorosos en nuestra sociedad. Aunque no estemos inmersos en un conflicto bélico declarado, vivimos una guerra constante de palabras y acciones, alimentada por sectores que buscan mantener sus privilegios. En este contexto, las mujeres paraguayas, históricas protagonistas de nuestra reconstrucción nacional, continúan siendo ignoradas y marginadas, a pesar de su incansable labor en la búsqueda de un país mejor.
El llamado del Papa Francisco a reconocer la grandeza de las mujeres no es solo una exhortación a la equidad de género, sino un recordatorio de la necesidad de valorar y proteger a aquellos que, a menudo en silencio, son el soporte de nuestra sociedad con su esfuerzo y sacrificio. Son ellas quienes, día a día, enfrentan la prepotencia y la injusticia.
En este contexto, la Iglesia Paraguaya tiene una responsabilidad crucial. Así como el Papa Francisco nos guía hacia la construcción de una sociedad más fraterna, los líderes eclesiásticos locales deben tomar un rol activo en la promoción de la justicia y la solidaridad. La Semana Santa nos invita a reflexionar sobre el sacrificio de Cristo en la cruz, un acto de amor que trasciende divisiones y nos llama a la reconciliación y la paz.
Es fundamental que la Iglesia, en su labor pastoral y social, se comprometa con la defensa de los derechos humanos, la inclusión de los marginados y la promoción del diálogo entre todos los sectores.
La tecnología, por su parte, no debe ser vista como una herramienta neutral, sino como un medio que puede ser utilizado tanto para construir puentes como para levantar barreras. Es imperativo que aprendamos a utilizarla de manera responsable y ética, promoviendo un uso consciente que contribuya a la construcción de una comunidad más unida y solidaria.
En esta Semana Santa, las palabras del Papa Francisco nos interpelan y nos inspiran a mirar más allá de nuestras diferencias superficiales, a reconocer la humanidad compartida que nos une como hermanos y hermanas. Que este tiempo de reflexión y renovación espiritual nos impulse a trabajar juntos por un Paraguay más justo, solidario y fraterno.