En las últimas décadas nuestro país ha logrado cierta estabilidad económica, la cual permite prever el curso del país. Son ya varios años en los cuales se ha observado un desarrollo macroeconómico, aumento en la recaudación fiscal y control de la inflación. Sin embargo, a pesar de esto, aquellos números “macro” no han descendido plenamente a la economía de la calle, y es aquí donde se precisa una inversión en infraestructura que permita a comerciantes mejorar su condición y ser partícipes del desarrollo del Paraguay.
La insuficiente inversión en infraestructura en Paraguay representa un importante freno para el progreso. La insuficiente atención a carreteras, transporte, energía y comunicaciones ha lastrado el crecimiento económico, comercial y social del país. Una infraestructura robusta es esencial para el desarrollo sostenible de cualquier nación, y Paraguay no es la excepción. La falta de carreteras modernas, adecuadas a las necesidades del comercio dificulta el transporte de bienes y limita su competitividad global. La deficiencia en infraestructuras de comunicación y energía obstaculiza el acceso a servicios básicos en muchas áreas, lo cual implica un desfavorecimiento de aquellos comerciantes, quienes quedan en desventaja en el competitivo mundo del comercio.
El desarrollo económico paraguayo se ve directamente afectado por esta falta de inversión, pues evita que los sólidos números que se manejan a nivel de macroeconomía redunden en el comercio. La modernización de puertos y sistemas de transporte incrementaría la competitividad del país y fomentaría la inversión extranjera. Es necesaria una infraestructura adecuada que facilite el acceso a la educación y la atención médica, mejorando la calidad de vida de la población. Por esto, no debe limitarse la inversión a rutas, puentes o puertos, sino que debe apuntarse en igual medida a escuelas y hospitales.
Es verdad que las arcas del Estado poseen importantes lastres, como el gasto rígido, el cual ocupa gran porcentaje el presupuesto anual. Sin embargo, utilizar el dinero público para edificar rutas de progreso no constituye un gasto, sino más bien una inversión que redituará con creces la erogación. El gobierno y la sociedad paraguaya deben priorizar la inversión en infraestructura como una estrategia fundamental para impulsar el progreso del país. Esto requerirá de seguro ciertos ajustes financieros, así como concretar compromisos a largo plazo y alianzas público-privadas para movilizar recursos y conocimientos especializados. Es momento de que el Paraguay logre desbloquear su potencial total y avanzar hacia un futuro de desarrollo integral y sostenible.