Ciudad del Este, el pulmón comercial del Paraguay, se vio sacudida particularmente durante el último mes, por una serie de eventos que han acaparado la atención de la opinión pública nacional. La oleada de inseguridad, que comenzó con el desvalijamiento de la bóveda de los trabajadores cambistas, continuó con una serie de asaltos violentos, dejando a la población sumida en el temor y la incertidumbre. Ante la gravedad de la situación, es necesario analizar las causas profundas que han propiciado este escenario y proponer soluciones efectivas para restaurar la paz y la confianza en la capital del Alto Paraná.

El robo de proporciones cinematográficas en la bóveda de los trabajadores cambistas, con pérdidas estimadas en unos 15 millones de dólares, fue solo el inicio de una serie de eventos violentos. Los días posteriores toda la zona del Alto Paraná fue sacudida por diarios asaltos, robo de cajeros automáticos hasta la trágica pérdida de un joven comerciante, durante un asalto. La población, cansada de vivir bajo la sombra de la inseguridad, se levantó y comenzó a exigir acciones concretas a las autoridades para terminar, con la ola delictiva.

Una de las raíces de este problema radica en la arraigada corrupción que ha caracterizado a Ciudad del Este. Históricamente, la ciudad fue testigo de funcionarios gubernamentales que llegan la zona con manos vacías y luego se marchan como multimillonarios, o se asientan en la región como poderosos potentados. Esto lógicamente se convirtió en un caldo de cultivo para la impunidad. Las fuerzas policiales no escapan de esta realidad, donde los agentes aspiran a ser destinados a la región, sabedores del enriquecimiento mágico de sus jefes que fueron destacados en esa zona. El reciente traslado de un personal de investigaciones por colaborar con delincuentes, es solo una muestra de la podredumbre policial y destaca la necesidad urgente de limpiar de elemento corruptos las filas de la institución encargada de la seguridad.

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Otra preocupante situación es la existencia de «zonas liberadas» a lo largo de la ribera del Paraná, donde grupos criminales operan sin impunemente a la vista de militares, fiscales y policías. Esta falta de control en áreas estratégicas facilita el contrabando y permite que el crimen organizado opere con impunidad. La militarización o el envío de refuerzos policiales, si bien pueden ofrecer soluciones temporales, no abordan las raíces del problema.

Es alentador ver a la ciudadanía levantarse para exigir seguridad y movilizarse en busca de soluciones. Sin embargo, la responsabilidad recae también en las instituciones y autoridades para erradicar la corrupción arraigada y diseñar un plan integral de seguridad. La reciente acción de enviar más de 200 efectivos, incluyendo altos jefes desde Asunción, es un paso en la dirección correcta, pero se necesita un enfoque a largo plazo.

La colaboración entre la Policía Nacional y empresarios locales, dispuestos a invertir en tecnologías de seguridad, es un ejemplo positivo. La instalación de cámaras de seguridad en puntos estratégicos respaldadas por inteligencia artificial puede ser una herramienta valiosa para anticipar y prevenir hechos delictivos. Este esfuerzo conjunto demuestra que la sociedad civil y el sector privado también están comprometidos con la seguridad en la zona.

Ciudad del Este no solo necesita un despliegue policial momentáneo, sino un compromiso serio y sostenido para erradicar la corrupción arraigada y desarrollar estrategias de seguridad a largo plazo. La participación activa de la ciudadanía, el respaldo de empresarios y la dedicación de las autoridades son esenciales para superar este desafío y devolver a la ciudad su vitalidad, prosperidad y sobre todo tranquilidad.