Las luchas históricas del Paraguay, marcadas por las secuelas de las dos grandes guerras, deberían haber fortalecido la unidad nacional. Sin embargo, en la actualidad, los paraguayos parecen más divididos que nunca, inmersos en peleas absurdas que polarizan a la sociedad y restan fuerzas para progresar como nación.

Nuestro país se ha caracterizado por constantes batallas, no únicamente aquellas de carácter bélico con potencias extranjeras, sino también internas. Múltiples revoluciones se han gestado luego de haber padecido el flagelo y cuasi exterminio en las guerras. Parecería que esto debió haber cohesionado a nuestra sociedad, sin embargo lejos estamos de una verdadera unidad.

En lugar de aprovechar las lecciones del pasado para construir un futuro común, se han abierto brechas cada vez más amplias entre los diferentes sectores de la sociedad. Esta división gestada por actores políticos y por sectores de la prensa con intereses más allá de la información, obstaculiza los esfuerzos para abordar temas trascendentales que requieren cohesión y unidad de propósito.

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La falta de unión y la polarización política y social debilitan la capacidad del país para enfrentar desafíos importantes, como la educación, la salud, la infraestructura y la lucha contra la corrupción. Así, seguimos desperdiciando tiempo, recursos y oportunidades para abordar seriamente temas que traerían un futuro prometedor a nuestros hijos, como el corredor bioceánico, la hidrovía, el Anexo C de Itaipú, entre otros. El mundo entero habla del potencial del Paraguay; nuestra región, así como lejanas potencias comerciales aguardan pacientes que tomemos la decisión de olvidar las rencillas mezquinas y maduremos como sociedad para abrir sus puertas a nuestro país. Estos temas esenciales quedan relegados mientras la atención se desvía hacia confrontaciones estériles y rivalidades partidistas.

Es fundamental que los paraguayos reconozcamos la importancia de trabajar juntos en pos del bienestar común y el desarrollo nacional; es tiempo de actuar racionalmente y dejar de lado el proceder visceral. La historia del país está marcada por la resiliencia y la capacidad de superar adversidades, pero para avanzar hacia un futuro próspero, se requiere un esfuerzo conjunto y una visión compartida.

Es responsabilidad de los líderes políticos, sociales y comunitarios fomentar la unidad y el diálogo constructivo, dejando de lado intereses partidistas y personales en aras del interés general. Solo a través de la colaboración y el compromiso mutuo se podrá superar la división y avanzar hacia un Paraguay más fuerte y cohesionado. Deberán comprender políticos y grandes empresarios que en la medida en que al Paraguay le vaya bien, a ellos les irá aún mejor.

La sociedad paraguaya debe reflexionar sobre su pasado y aprender de sus experiencias para construir un futuro más inclusivo y próspero para todos. La historia de luchas y sacrificios debe servir como inspiración para superar las divisiones actuales y trabajar juntos en la construcción de un país más justo y equitativo.

La división y la polarización en Paraguay representan un obstáculo significativo para el progreso y el desarrollo del país, sin embargo hemos superado dramas muy superiores, y sin duda lo volveremos a hacer cuando vuelva a despertar el fervor patriótico que últimamente se ha tomado licencia.