Han pasado cinco años, y la factura ha llegado. En 2018, el gobierno acababa de asumir y resolvía la suspensión de las obras del Metrobús. La firma Mota Engil decidió promover acciones legales, las cuales hoy resultan en una cuantiosa deuda para el Estado Paraguayo. En aquellos tiempos, algunos sectores criticaron duramente las obras. El gobierno de Abdo optó por la vía populista, pretendiendo satisfacer los gustos de los críticos y de un sector de la prensa. La decisión de suspender las obras claramente no fue analizada desde un punto de vista técnico ni jurídico; de haber sido así, el resultado hoy sería otro. Posiblemente contaríamos con el mentado Metrobús, y no adeudaríamos 17 millones de dólares.
Estas, como otras disposiciones de aquel gobierno, fueron tomadas desde la sed de venganza política y el populismo. Esto ha tenido un impacto negativo en la gestión gubernamental de Mario Abdo, donde la constante ha sido la falta de coherencia en las políticas públicas, las cuales parecían ser impulsadas más por consideraciones políticas a corto plazo que por el interés público a largo plazo. Dada la evidente polarización, algunos echarán la culpa al ex Presidente Horacio Cartes, durante cuyo gobierno se había contratado con Mota Engil. Tal vez haya cuestionamientos loables y criteriosos respecto al contrato y su ejecución, pero es innegable que el gobierno de Abdo fue el que resolvió sepultar la obra, evitando encontrar una salida o alternativa diplomática con la firma hoy acreedora del Estado por 17 millones de dólares.
El revanchismo político, caracterizado por la retaliación contra las acciones de administraciones anteriores, ha eclipsado la importancia de proyectos cruciales para el desarrollo urbano y la mejora de la calidad de vida de los ciudadanos. La suspensión de las obras del Metrobús no solo representa un desperdicio de recursos y tiempo invertidos, sino que también evidencia la falta de visión y liderazgo en la toma de decisiones gubernamentales. Además, hoy se ha convertido en una condena a nuestro ya empobrecido país.
El populismo, al priorizar el apoyo inmediato de ciertos sectores políticos y de la prensa, sin considerar las consecuencias a largo plazo, ha influido en la cancelación de un proyecto que podría haberse resuelto de una manera más conveniente para Paraguay y sus ciudadanos. La falta de un enfoque basado en evidencia y en el bienestar colectivo demuestra la vulnerabilidad de las políticas gubernamentales frente a presiones populistas.
La suspensión del Metrobús bajo la sombra del revanchismo y el populismo, dejando de lado otras opciones de resolución del conflicto sanas, no solo afecta el progreso infraestructural, sino que también envía una señal negativa a inversores y ciudadanos, erosionando la confianza en la estabilidad política y la planificación a largo plazo. Es momento de que nuestros líderes políticos eviten caer en estas trampas y trabajen en aras del bienestar general, dejando de lado consideraciones partidistas y presiones mediáticas para asegurar un desarrollo sostenible y coherente.