La celebración y peregrinación en honor a la Virgen de Caacupé es un evento anual profundamente arraigado en nuestra cultura y fe en Paraguay. Cada 8 de diciembre, la capital espiritual de la República atrae a miles de devotos de todo el país y más allá, creando una atmósfera de devoción y celebración única.
Fieles de todo el país se congregan una vez más en la basílica de Caacupé para expresar su amor y gratitud a la Virgen María, considerada la patrona de Paraguay. Gran parte de los peregrinos emprenden la travesía con el espíritu dispuesto a «pagar» alguna promesa hecha a la virgencita. Por esto, la peregrinación se convierte en un acto de fe y esperanza, donde los creyentes recorren largas distancias para agradecer o buscar el consuelo de la Virgen.
Este 8 de diciembre se erige como un baño de paz, más que necesario para nuestro pueblo. Cada día, millones de compatriotas lidian estoicamente con los flagelos que penosamente aquejan a nuestro país. Acaso esta ocasión de acercarnos a la Patrona del Paraguay funcionará como un bálsamo que alivie las heridas de pobreza, carencias de salud, educación, seguridad y, por supuesto, los golpes que diariamente causa la corrupción.
La Virgen de Caacupé es un símbolo de unidad y fortaleza del pueblo paraguayo, siendo un faro de esperanza en tiempos de adversidad y alegría. Por esto, será importante que las autoridades estén a la altura de las circunstancias en el aspecto organizativo, a fin de que la fiesta sea completa. Además, la celebración no solo será religiosa, sino también cultural, con música, danzas y gastronomía típica que enriquecen la experiencia de los participantes.
La peregrinación a Caacupé es un reflejo de la profunda conexión espiritual y cultural que habita en el corazón de nuestro pueblo y es, al mismo tiempo, un medio de fortalecimiento de nuestra identidad nacional y cultural a través de la unión en la fe que comparte el segmento mayoritario de nuestros compatriotas. Esperamos que este fervor alcance a nuestras autoridades y que, del mismo modo, sientan el compromiso de renovar su espiritualidad, su conducta y logren establecer una conexión real con el pueblo, sus necesidades y anhelos.
Anhelamos que esta celebración no sea un acto protocolar más al que asistan nuestros gobernantes, sino que verdaderamente logren establecer un vínculo que les permita enlazar la esperanza del pueblo con su gestión.