El crimen organizado transnacional, con sus numerosos rostros oscuros, ha dejado una huella de fuego y sangre a lo largo de la historia. Hombres de perfil bajo, pero implacables, han desafiado a las fuerzas de seguridad de los Estados. Sin embargo, la historia del uruguayo Sebastián Marset, actualmente el hombre más buscado y señalado como el cerebro detrás del «cartel de Montevideo» por la organización Insight Crime, dista considerablemente de estos perfiles.
A pesar de su notorio poder, Marset destacaba por querer ser una estrella, a diferencia de sus colegas en el submundo criminal. Su pasión por el fútbol lo llevó a vestir la camiseta número 10 del Deportivo Capiatá, bajo la dirección del actual senador Erico Galeano, quien también se le relaciona con el esquema delictivo.
En Bolivia, Marset adoptó una actitud similar, ofreciendo entrevistas pintorescas a través de la plataforma de redes sociales TikTok mientras estaba bajo el escrutinio de las autoridades. Después de desafiar a las autoridades bolivianas, paraguayas y uruguayas, Marset concedió una entrevista al canal 4 de su país natal. Sin embargo, a diferencia de los infames narcotraficantes como Pablo Escobar y El Chapo Guzmán, Marset no se presentó desde un lugar clandestino ni mostró signos de desgaste. Por el contrario, exhibió su opulencia económica en una mansión, vistiendo ropa de marca, con un semblante calmado, un corte de pelo impecable y una barba cuidadosamente perfilada.
Aunque es probable que Marset sea capturado y enfrente la justicia en un futuro cercano, lo que no podemos olvidar es que tuvimos frente a nosotros a un protagonista del submundo criminal que supo manejar la atención mediática como pocos. Su habilidad para dominar la pantalla, a diferencia de sus predecesores, es una faceta que destacará en la memoria colectiva, incluso después de que se haga justicia.
Su historia, como la de muchos antes que él, será recordada no solo por sus crímenes, sino por su efímera glorificación mediática. Mientras esperamos que la justicia prevalezca, no podemos ignorar la fascinación que este oscuro capítulo añade a la compleja narrativa del crimen organizado transnacional.
En medio de la intriga y el suspenso, este caso destaca la responsabilidad que recae sobre los hombros de los periodistas y la necesidad de abordar estos temas con una mirada crítica. La historia de Marset no solo pone de manifiesto los crímenes en sí, sino también la compleja interacción entre el crimen organizado y los medios de comunicación que, consciente o inconscientemente, contribuyen a la teatralización de estos eventos.