Ninguno de los presidenciales están concentrados en disminuir la pobreza. Tampoco se perciben planes para combatir una de sus causas, qué es el alto costo de la burocracia pública. Ni se habla con seriedad sobre esa otra nefasta pata, que es la corrupción. La situación de indígenas concentrados en el microcentro es una muestra de un sector social abandonado a su suerte por culpa de la clase política, en general, y del Gobierno, en particular.
Es ya una premisa muy popular eso de la relación directa entre corrupción y pobreza. Cuando mayor es el nivel de corrupción, hay más pobreza. La corrupción es también gastar más de los ingresos para mantener una estructura pública pesada e inutil. También es la mala utilización de los planes sociales. Este combo está presente y vigente, con alta cuota de responsabilidad entre gobierno y quienes dicen ser opositores.
Según el Instituto Nacional de Estadística (INE), hay cerca de dos millones de personas cuyos ingresos per cápita son inferiores al costo de una canasta básica de consumo, estimado para el año 2021. Lo llamativo es que pese al aumento de los planes sociales, la pobreza no baja. En contrapartida aumentan el gasto público y la corrupción. Habría que ver sí los indígenas están dentro de ese sector medido por sus ingresos diarios. Es para dudar.
Un problema de Paraguay es el mal ejemplo que viene del poder. En Estados Unidos también hay corrupción, pero el corrupto es separado y castigado. Acá son candidatos a cargos electivos. Vean nomás algunas de las listas para el 2023. En medio de eso, aparece una nueva situación: La idea de Wiens, candidato de Abdo, que promete condonar las deudas. Si pretende hacerlo al amparo del Gobierno por una cuestión electoral, hay que saber cómo se están distribuyendo las ayudas sociales. Éstas, pese a crecer en millones no está ayudando a disminuir la pobreza. Ni llegan parece, a decir de las denuncias de los indígenas apostados en el centro de Asunción.
Somos reiterativos en nuestra línea editorial porque queremos evitar lo que sucede en la Argentina. El vecino país es uno de los que más invierte en planes sociales para combatir la pobreza y lo único que logró es aumentar la cantidad de pobres mientras multiplica su burocracia y su corrupción pública.
Rogamos que Paraguay no se encamine en el rumbo del vecino país, o como en Venezuela, donde la proliferación de planes sociales hace que muchas personas se dieran cuenta que se podía vivir del Estado sin trabajar. Con el agravante de una burocracia que crece y una corrupción que goza de muy buena salud. No queremos que la burocracia y corrupción terminen minando hasta planes sociales y luego sentir la angustia de compatriotas, como los indígenas que deben llegar hasta el mismo microcentro para que se vean sus necesidades. No es justo. Al contrario, es criminal.