El presupuesto revela el tipo de Gobierno de un país. Mirando lo nuestro podemos decir que el proyecto país 2023 nace de manera fallida. Pues se parte ya reconociendo un déficit entre ingresos y gastos. El Ejecutivo miente con su plan de cajas: Las instituciones que dependen del Gobierno central luego van al Congreso a pedir más dinero, aumentan la cantidad de sus funcionarios y a inicio de año ya reclaman reprogramación presupuestaria. Ni hablamos del sin fin de emisión de bonos que habrá para los calces financieros.
El mismo ministro de Hacienda, Óscar Llamosas, al presentar su plan 2023 en septiembre pasado, ya asumió un alza del 6% con respecto a éste año. Destacó que el presupuesto totaliza 102,6 billones de guaraníes, unos 14,450 millones de dólares al cambio de ese tiempo. Reconoció que la idea para el próximo periodo es superar el límite de déficit fiscal, fijado en un máximo de 1,5% y llevarlo hasta un 2,3%.
Lo planteado por Hacienda es un ideal, que luego, hay que decirlo, no se cumplirá. Además su estimativo estaba sobre el crecimiento del producto interno bruto de alrededor de 4,55 y una inflación en torno de 4,1%. Con sólo citar que la inflación acumulada hasta septiembre del presente año fue de 7,1%, podemos presumir que hay un cálculo optimista, o más bien errado. Además hay que dejar en claro que el costo de vida estimado es muy diferente a lo que siente la gente en los super y otros locales comerciales.
Parte del círculo vicioso lo representa el Congreso, llenos de operadores públicos, quienes más bien se preocupan por colocar sus intereses y así colaboran para hacer crecer el gasto estatal. Es conocido que las instituciones que dependen de Hacienda luego hacen su lobby, cada una por su lado, para pedir más dinero, con lo que saldrán de lo proyectado por Llamosas. Ni hablamos de la famosa reprogramación presupuestaria que se hace, incluso, en el primer semestre de cada año.
En fin, veremos entonces como la era de Abdo Benítez será una más que dejará el poder en el 2023 mintiendo sobre el costo real de la administración pública. La realidad revela que no hay un diseño de Estado destinado a atacar – de forma y fondo- situaciones que afectan la calidad de vida. Se gasta más de lo que se genera como ingreso.
No es una cuestión única de dinero, sino de proyectos que aseguren precisión en las inversiones, transparencia y buen manejo de los recursos públicos. Y casi no hay opción. Pues vemos que dentro del Partido Colorado, uno de los candidatos presidenciales es un ex ministro de Hacienda, que tampoco hizo mucho para cambiar las cosas. El otro es uno que está acusado de poco transparente cuando fue ministro de Obras. La oposición tampoco ofrece algo nuevo. Pues su primera figura, en apariencia, es uno que también estuvo en Obras Públicas con muy dudosa gestión.
Definitivamente falta un Gobierno provisorio que diseñando ya desde el mismo presupuesto ataque las deudas históricas que tienen que ver con infraestructuras, reparaciones y nuevas construcciones de instituciones educativas, sanitarias, redes cloacas y otras áreas que tiene directa relación con necesidades básicas de la población. Hoy pasa el tiempo, y casi todo el presupuesto proyectado es para calzar la burocracia pública.
Para más, en Paraguay, casi nunca se ejecuta lo que se diseña. Por eso, es difícil que nos equivoquemos al afirmar que el presupuesto para 2023 es una falacia. Es que además del monto estimado, se irán agregando emisiones de millonarios bonos, se pedirán auxilios a las bancas internacionales, etc, etc. Todo eso porque hay poco o nada de visión y misión país para apuntar a la Nación hacia el desarrollo. Lo de Abdo Benítez es un fracaso seguro. Los que se preparan para estar en su reemplazo, al menos por ahora, no se muestran distinto. Todo es lamentable. Muy triste.