Los hechos que van saliendo ante la opinión pública ponen peligro la confianza que llevó años construir. Hablamos del discrecional trato, casi de kiosko, en algunos temas de parte de ciertas autoridades del Banco Central del Paraguay (BCP) en contubernio con la Superintendencia de Bancos.
El pretender dejar en el olvido o jugar con el tiempo ante las denuncias que aparecen en medios de prensa, que apuntan a manejos discriminatorios, pueden representar un enorme retroceso en la confianza hacia la máxima instancia bancaria. Además del conocido sumario dirigido por el propio titular del BCP, donde operó como juez y parte, están los antecedentes de trabas a pedidos fiscales, por lo que en su momento derivó en un allanamiento de agentes del Ministerio Público.
Ningún funcionario del BCP ni de la Superintendencia tienen potestades para ser arbitrarios. Menos de traficar datos e influencias. Ni hacer un uso interesado de la información. Todo ello es grave, de ser así, por lo que queda la puerta abierta para la participación de integrantes de la fiscalía y del mismo Poder Judicial.
No pueden las autoridades del Banco Central y de la Superintendencia dejar el espacio para dudar sobre la integridad de las instituciones. La transparencia en el ejercicio del cargo es un deber, que en caso de alguna violación al respecto, merece una rápida aclaración. De lo contrario, el camino para la corrección, es la renuncia de los involucrados.
El presidente del BCP, José Cantero Sienra, no puede seguir en el silencio. Hasta tiene medios amigables que le pueden colocar su respuesta como él quiere. Como sea, debe decir algo con relación a la denuncia que le sindica en un conflicto de intereses y posible utilización indebida de poder e información privilegiada.
Nuestro diario viene publicando desde hace varios días dichas irregularidades, donde Cantero Sienra se “autoblanqueó» en un sectario sumario cuando formaba parte del directorio de la entidad financiera Interfisa. Hay cuestionamiento público a la imparcialidad del presidente del BCP, por lo que es su obligación deslindarlos a cara descubierta.
No es sano el ruido que gira sobre el Banco Central del Paraguay y la Superintendencia de Bancos. Lo sensato es la aclaración de cada punto criticado. Pues el daño será difícil medir con exactitud en caso que persista el silencio sepulcral. En todo caso, si no hay condiciones para una respuesta razonable, para evitar mayores perjuicios, se impone que los responsables del fiasco den el paso al costado. Será una manera de evitar que continúe el deterioro a la imagen del BCP y la Superintendencia.