Como ocurre cada año, la Patrulla Caminera anuncia su operativo especial por Semana Santa. Es un clásico que ya forma parte del paisaje previo a los días santos: comunicados oficiales, mapas de cobertura y promesas de control y prevención en las rutas más transitadas del país. Esta vez, el despliegue abarca del 13 al 20 de abril y promete vigilancia reforzada, alcotest, controles técnicos y asistencia en ruta. Suena bien. En teoría.

Pero los paraguayos saben que la práctica dista mucho de la promesa. La Caminera arrastra una pesada herencia de abusos, corrupción y desidia institucional que no ha logrado sacudirse, ni siquiera en los últimos años. Para gran parte de la ciudadanía, estos operativos especiales no despiertan confianza ni respeto, sino suspicacia o incluso burla. Porque en la ruta, todos lo saben, es posible cruzar un control con un vehículo en condiciones precarias si media un billete oportuno.

El verdadero aporte de una institución encargada de velar por la seguridad vial debería empezar mucho antes que el despliegue de conos y patrulleras. En vez de centrar toda su estrategia en controles durante una semana, lo sensato habría sido lanzar una campaña educativa y preventiva con anticipación, recordando a los conductores la importancia de revisar frenos, luces, neumáticos, llevar extintores, tener los papeles al día y, sobre todo, evitar el alcohol al volante. La seguridad vial no se improvisa ni se garantiza con una barrera y un silbato.

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Semana Santa es una fecha profundamente significativa para las familias paraguayas. Es un momento de reencuentro, de viaje al interior, de turismo religioso y descanso. Lo mínimo que se espera de las autoridades es que acompañen ese movimiento con responsabilidad y con instituciones creíbles. Es de esperar que esta Semana Santa sirva también para que la Caminera, procure hacer un buen papel, camino a cambiar su imagen.

De nuestra parte, hacemos votos —por el bien de todos— que el operativo sirva realmente para reducir siniestros y salvar vidas. Que más allá de las fotos y los anuncios, la presencia estatal en las rutas tenga un efecto real, no solamente recaudatorio o intimidatorio. Y que, al menos por esta vez, los uniformados recuerden que están al servicio de la ciudadanía, no del bolsillo propio.