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lunes, 7 de abril de 2025
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Itaipú y el poder de una ciudadanía despierta

En la entrevista que publicamos hoy en nuestro portal, el exministro de Inteligencia, Esteban Aquino, lanza una afirmación poderosa y difícil de refutar: “La opinión pública paraguaya hoy está mucho más informada y comprometida. Eso le da fuerza y legitimidad al equipo negociador, que ya no puede actuar entre cuatro paredes, sino con el país entero mirando”. La frase, pronunciada en el contexto de la renegociación del Anexo C del Tratado de Itaipú, resume en sí misma una transformación política y social que se ha gestado en los últimos años: la ciudadanía ya no está dispuesta a ser un espectador pasivo cuando se juega algo tan esencial como nuestra soberanía energética.

Ciertamente, como dice el doctor Aquino, una opinión pública informada fortalece cualquier causa nacional. Pero conviene aclarar algo: ese despertar no fue espontáneo ni promovido por nuestras autoridades, que históricamente han manejado la cuestión de Itaipú como un tabú, entre tecnicismos oscuros y negociaciones tras bambalinas. Si hoy la sociedad paraguaya sabe, discute y exige sobre este tema, es gracias –y casi exclusivamente– al trabajo sostenido de los medios de comunicación, de periodistas comprometidos, y de académicos y especialistas que decidieron romper el cerco del silencio.

Porque la verdad es que, lejos de ser un tema inaccesible, la cuestión de Itaipú es tan sencilla como trascendental: se trata de una hidroeléctrica compartida entre dos países, donde los beneficios deberían repartirse de forma equitativa. Sin embargo, durante casi cinco décadas, Paraguay ha sido el convidado de piedra, aceptando migajas por la cesión de su energía. El precio irrisorio que paga Brasil por nuestra electricidad excedente es apenas una de las múltiples injusticias estructurales que han marcado esta relación binacional.

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Más allá de la renegociación en curso, lo que urge plantearse es por qué temas como Itaipú, Yacyretá y toda nuestra arquitectura hidroenergética no forman parte del currículo escolar paraguayo. ¿Cómo es posible que los estudiantes salgan del colegio sin conocer a fondo una de las principales fuentes de riqueza –y conflicto– del país? Que cada paraguayo maneje al dedillo los detalles de estas instituciones no es una utopía, sino una necesidad si queremos construir una ciudadanía soberana, crítica y vigilante.

En esta coyuntura, las palabras de Aquino son también una advertencia para los negociadores: ya no hay lugar para la improvisación ni para los pactos en penumbras. El país está mirando. El equipo que nos representa ante el Brasil debe reunir ética, preparación técnica y visión estratégica. Y sobre todo, debe estar dispuesto a defender los intereses nacionales con firmeza, sin sucumbir a presiones ni actuar con complejo de inferioridad.

La renegociación del Anexo C no es una guerra, pero sí es una pulseada histórica donde Paraguay tiene mucho por recuperar. Y esta vez, la gran diferencia es que ya no estamos solos: hay una sociedad despierta que acompaña, pregunta, exige y fiscaliza. Eso es una verdadera fortaleza. Y también, una victoria democrática que no debemos soltar jamás.

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