El Paraguay de 2025 se presenta como un país en equilibrio frágil y con una paradoja evidente: la estabilidad macroeconómica genera confianza en inversionistas y mantiene la calma en el mercado cambiario, mientras que las crisis sociales estructurales continúan sin soluciones de fondo. Esta contradicción no es nueva, pero la historia nos enseña que ignorarla puede desembocar en crisis con altos costos para toda la sociedad.

Las recientes movilizaciones demostraron que, si bien existen sectores descontentos, la mayor parte de la ciudadanía está enfocada en su vida cotidiana. La falta de una protesta masiva refleja un desinterés o una resignación, pero no puede interpretarse como un cheque en blanco para la clase política.

Uno de los principales puntos de preocupación es el encarecimiento de los productos básicos, como lo reconoce el propio Banco Central del Paraguay. Aunque la economía sigue generando empleo y garantizando el sustento diario, la presión sobre los sectores más vulnerables es innegable. Además, las precariedades en salud, educación y seguridad son realidades que ningún indicador macroeconómico puede ocultar. La corrupción, lejos de retroceder, sigue enquistada en el aparato estatal, afectando la eficiencia de las políticas públicas y la confianza ciudadana.

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Sin embargo, no todo es sombra. La articulación entre el sector público, las empresas privadas y la sociedad civil abre caminos para el cambio. Se aprecian iniciativas ciudadanas deseosas de participar y aportar ideas y soluciones a problemas estruturales. Estas reflejan que la ciudadanía no está dispuesta a esperar eternamente. Las demandas ciudadanas de transparencia y de eliminaciones de privilegios en la administración pública son reclamos que no pueden seguir siendo ignorados.

El desafío de este año es evitar que la estabilidad derive en estancamiento. Para ello, se requiere una estrategia basada en tres pilares: 1) Priorizar lo urgente: Salud, educación y seguridad no pueden seguir postergándose en favor de proyectos de largo plazo sin impacto inmediato. 2) Incluir a la sociedad civil: Las soluciones no deben salir exclusivamente de los despachos gubernamentales, sino de un diálogo real con quienes viven y padecen los problemas y 3) Romper con el clientelismo: El Estado debe servir a toda la ciudadanía, no solo a grupos privilegiados que perpetúan la desigualdad.

Paraguay tiene hoy la oportunidad de escribir un nuevo capítulo en su historia. La estabilidad económica debe ser vista como un trampolín hacia el desarrollo, no como un destino final. Si no se aprovecha para cerrar brechas sociales, el riesgo es que el crecimiento se traduzca en más desigualdad y que la calma actual no sea más que la antesala de una crisis evitable.