El acuerdo entre Paraguay y Argentina para la implementación de una Ventanilla Única de Comercio es una noticia que merece ser destacada y aplaudida. Se trata de un paso concreto hacia la integración comercial y la facilitación del comercio exterior, algo que contrasta con la parsimonia con la que el Mercosur ha manejado estos temas desde su creación en 1991. En más de tres décadas, el bloque no ha logrado consolidarse como un mercado común ni ha establecido un verdadero esquema de integración fronteriza.

Los discursos grandilocuentes sobre la unidad regional han chocado de frente con la realidad de los ciudadanos y los comerciantes que deben lidiar a diario con trabas burocráticas y controles fronterizos arbitrarios. Los paraguayos, en particular, hemos sido los principales perjudicados, sufriendo las constantes barreras impuestas por nuestros vecinos, quienes, según su conveniencia o estado de ánimo, restringen el paso de nuestras mercaderías.

Este acuerdo entre la Ventanilla Única de Exportación (VUE) de Paraguay y la Ventanilla Única de Comercio Exterior (VUCE) de Argentina tiene el potencial de mejorar la eficiencia en los procesos de exportación e importación por vía terrestre, marítima y aérea.

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La simplificación y digitalización de los trámites permitirá un comercio exterior “sin papel”, eliminando buena parte de los retrasos que hoy entorpecen la competitividad del Paraguay en la región.

Resulta paradójico que acuerdos bilaterales como este muestren más avances en la integración que el propio Mercosur, cuyo diseño institucional y mecanismos de toma de decisiones se han convertido en un obstáculo para el comercio intrarregional.

Si la integración regional se limita a declaraciones políticas y cumbres sin resultados concretos, su utilidad seguirá siendo cuestionada. En cambio, iniciativas como la Ventanilla Única demuestran que es posible avanzar cuando hay voluntad y pragmatismo.

Paraguay necesita más medidas que garanticen un comercio ágil y previsible, libre de restricciones arbitrarias. Este acuerdo es un buen comienzo, pero debe ser seguido por compromisos efectivos para eliminar de una vez por todas las barreras al comercio dentro del Mercosur. La integración real no se logra con discursos, sino con acciones que faciliten la vida de los ciudadanos y promuevan el desarrollo económico de la región.