38.4 C
Asunción
sábado, 22 de febrero de 2025
InicioEditorialPor la paz en el Norte

Por la paz en el Norte

El secuestro de Félix Urbieta representa una tragedia para su familia, pero es también una herida abierta en la conciencia colectiva de Paraguay. Su captura en 2016 por el Ejército del Mariscal López (EML) marcó el inicio de un calvario que, hasta hoy, se extiende en la incertidumbre y el dolor. Ahora, tras la detención de una integrante de este grupo criminal, surge la confirmación de lo que se temía: Urbieta habría fallecido en 2019, tres años después de ser arrancado de su hogar.

La pregunta que no se puede evadir es: ¿cómo llegó el Estado paraguayo a fallarle de manera tan estrepitosa a una familia que solo pedía justicia? Durante la administración de Mario Abdo Benítez, la falta de resultados concretos en la búsqueda del ganadero expuso la ineficiencia de las estrategias de seguridad y la falta de voluntad política para enfrentar con decisión a estos grupos armados.

Las recientes operaciones de la Fuerza de Tarea Conjunta (FTC), dieron como resultado la detención de una integrante del grupo criminal. Sin embargo, la aparente reducción del poder del autodenominado Ejército del Pueblo Paraguayo (EPP) y sus desprendimientos, como el EML, no puede considerarse como una victoria mientras el paradero de víctimas como Óscar Denis y Edelio Morínigo siga siendo un misterio.

Unite al canal de La Tribuna en Whatsapp

Las familias de los secuestrados no piden milagros. Exigen algo tan básico como el derecho a cerrar el capítulo más doloroso de sus vidas, a despedirse dignamente de sus seres queridos y, en última instancia, a que se les haga justicia.

Erradicar el flagelo del EPP y sus derivados no es solo cuestión de armamento o estrategias militares, sino de un compromiso político real. La paz en el norte del país no se conseguirá mientras el Estado siga fallando en su obligación de proteger la vida y la libertad de todos sus ciudadanos.

Cerrar el ciclo del horror significa devolver la tranquilidad a las familias, garantizar que nunca más alguien desaparezca en manos de estos grupos y, sobre todo, dejar claro que, en Paraguay, la justicia no puede ser otro rehén más del miedo.