Las altas temperaturas y la humedad que azotan al país crean las condiciones ideales para un mal que ha causado la muerte de miles de compatriotas en décadas recientes. El dengue vuelve a acechar, y la historia nos recuerda las devastadoras consecuencias de no actuar a tiempo. Baste recordar lo sucedido en Alto Paraná en 2011, cuando una ola de contagios mal manejada desembocó en una crisis sanitaria sin precedentes. Hoy, con un incremento del 13 % en los casos confirmados y un promedio semanal de 1.020 notificaciones sospechosas, el país se enfrenta nuevamente a una situación preocupante.

Lo paradójico del dengue es que su prevención es simple. No se necesita alta tecnología ni costosas campañas, sino prácticas cotidianas de higiene y urbanidad. La eliminación de criaderos de mosquitos, el control de basurales y la limpieza de yuyales son medidas efectivas que pueden marcar la diferencia entre contener la epidemia o padecer sus letales efectos. Sin embargo, la falta de conciencia y acción oportuna sigue contribuyendo a la proliferación del mosquito transmisor, y por ende poniendo en peligro la salud de miles de paraguayos.

Los datos del Ministerio de Salud indican que la enfermedad ya se expande en 23 barrios de Asunción y 11 departamentos del país. En localidades como San Lázaro, Benjamín Aceval y Puerto Casado se reportan brotes activos, lo que evidencia que el dengue no discrimina y avanza con rapidez cuando las condiciones son propicias.

Unite al canal de La Tribuna en Whatsapp

Ahora que las alertas se han encendido, es momento de actuar, intensificando las medidas de eliminación de criaderos, fomentando el uso de repelentes y mosquiteros y, sobre todo, concienciar a la población sobre la importancia del control del entorno.

No podemos esperar a que la situación se vuelva crítica. Paraguay es un país endémico para el dengue, y su circulación se registra todo el año. La diferencia entre un brote controlado y una crisis sanitaria radica en la prevención.