En un mundo donde la digitalización transforma la manera en que trabajamos, producimos y nos conectamos, Paraguay tiene la oportunidad de posicionarse como un hub tecnológico en la región. Sin embargo, esta posibilidad no se concretará por inercia; requiere de decisiones políticas, inversiones en infraestructura y una visión de futuro que trascienda los intereses cortoplacistas.

Uno de los mayores activos del país en este desafío es su energía eléctrica. Contamos con una de las fuentes más limpias y baratas del mundo, pero seguimos desaprovechándola, cediéndola a Brasil en lugar de utilizarla para fortalecer nuestra propia economía. En vez de vender electricidad sin procesar, debemos emplearla para atraer industrias tecnológicas, fomentar la innovación y generar empleos calificados dentro de nuestro territorio.

El camino hacia la digitalización también pasa por mejorar la infraestructura de conectividad. Para ello se deben extender redes de fibra óptica y tecnología 5G en todo el territorio. La conectividad es clave para atraer inversiones y permitir que las empresas tecnológicas operen con eficiencia y competitividad.

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Pero no basta con la infraestructura. La economía digital demanda talento capacitado en áreas como programación, inteligencia artificial y ciberseguridad. Es necesario que nuestras universidades y centros de formación adapten sus currículos a las exigencias del mercado global y amplíen las oportunidades de capacitación en todo el país, evitando que los jóvenes con potencial busquen su futuro en el extranjero.

Atraer industrias que aprovechen nuestra electricidad barata, como centros de datos y empresas de tecnología, es una estrategia que no solo diversificaría la economía, sino que generaría empleos de calidad para miles de paraguayos. Para lograrlo, se necesitan reglas claras y condiciones propicias que den seguridad y previsibilidad a las empresas internacionales. La falta de un marco jurídico estable es una de las mayores barreras para la inversión.

El desarrollo tecnológico de Paraguay no puede depender solo del Estado o del sector privado. Se requiere una visión de política de Estado que involucre a todos los actores: gobierno, empresas y academia. La innovación no florece en el aislamiento, sino en ecosistemas donde convergen talento, inversión y tecnología. Paraguay tiene el potencial de ser un polo tecnológico en América del Sur, pero el momento de actuar es ahora, para no dejar pasar este tren del desarrollo.