Hace unos días, recordábamos el 36.º aniversario del advenimiento de la democracia. Sin embargo, lejos de ser un motivo de celebración, esta conmemoración nos encuentra con una sociedad cada vez más descreída de la clase política y de las instituciones democráticas. Esta desconfianza no es gratuita: años de decepciones y corrupción han erosionado la fe ciudadana en quienes gobiernan y legislan. De esta responsabilidad no escapan ni oficialistas ni opositores.

El resultado de este deterioro se refleja en la calidad de la representación ciudadana. Hoy, el Congreso y otras instancias del poder político están repletas de figuras que no responden a los intereses de la población, sino a sus propios círculos de influencia y financistas. Este vacío de representatividad es una amenaza directa no solo para la democracia, sino para la estabilidad de la República misma. Una sociedad fragmentada y corroída por la corrupción es el caldo de cultivo ideal para el auge de gobiernos populistas y autoritarios, un retroceso que Paraguay no puede permitirse.

Ante este sombrío panorama, el país requiere reformas profundas y urgentes. La primera gran transformación debe ser la transparencia y la rendición de cuentas. Sin mecanismos de control independientes y sin una justicia efectiva, la corrupción seguirá siendo el principal obstáculo para el desarrollo.

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Otro pilar fundamental de la reforma debe ser la participación ciudadana. La democracia no se agota con acudir a las urnas cada cinco años, sino que requiere de una sociedad activa, informada y comprometida con el control de sus autoridades.

Un debate que debemos volver a poner sobre la mesa es sin duda la renovación del sistema electoral. Sin reglas claras y sin un financiamiento político transparente, seguirán proliferando candidaturas que solo responden a intereses sectoriales.

Todos estos factores son elementos que ponen en riesgo la democracia. Más que nunca la clase dirigente debe hacer un mea culpa y comenzar a rectificar rumbo, para recuperar la confianza ciudadana y avanzar en la construcción de una sociedad con una democracia cada vez más consolidada.