El Ministerio de Educación y Ciencias (MEC) anunció la entrega de la totalidad de los kits escolares antes del inicio de las clases. Esto, sin lugar a dudas, representa un enorme paso, considerando la experiencia de años de las quejas de padres y docentes por el retraso en las entregas.

El anuncio de un «Día Nacional de Entrega de Kits» refuerza la intención de garantizar la equidad y la preparación de los alumnos desde el primer día de clases. Además, la inclusión de kits específicos para las aulas y la supervisión pedagógica del uso de los materiales son innovaciones plausibles, que apuntan a facilitar las tareas de los docentes.

El plan «Hambre Cero», implementado desde el año pasado, también merece destacarse como un complemento esencial para el aprendizaje. Está comprobado que una alimentación adecuada impacta directamente en la capacidad de concentración y el desempeño académico de los estudiantes. La educación, sin duda, no solo depende de materiales y libros, sino de condiciones integrales que favorezcan el desarrollo pleno del estudiante.

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No obstante, para que estas políticas públicas tengan un impacto real, es imprescindible que sean acompañadas por una participación activa de todos los actores del sistema educativo. Padres, docentes, directores y supervisores tienen la responsabilidad compartida de exigir calidad, promover la excelencia y generar un entorno que valore el aprendizaje. El compromiso del Estado debe ir acompañado de una comunidad educativa que priorice la mejora constante.

El desafío no termina con la entrega de kits escolares o el suministro de alimentos. La infraestructura educativa, los programas de formación docente, las evaluaciones constantes y la selección de los mejores educadores deben ser pilares de una educación integral. Al mismo tiempo, es esencial que los padres en los hogares cultiven el hábito del estudio y motiven a sus hijos a aspirar a la excelencia académica. La educación no es solo un derecho; es también una responsabilidad compartida.

Paraguay avanza en el camino correcto al priorizar la educación como base del desarrollo. Sin embargo, el verdadero progreso dependerá de cómo este esfuerzo estatal se traduzca en una mejora tangible de los aprendizajes y en la formación de ciudadanos críticos, creativos y comprometidos con el futuro del país. La educación es, y seguirá siendo, el motor más poderoso para construir un Paraguay más fuerte, equitativo y desarrollado.