El proyecto de ley presentado por el diputado José Rodríguez, que busca prohibir el uso de celulares en instituciones educativas durante el horario de clases, reaviva el debate sobre el impacto de la tecnología en el aprendizaje y el desarrollo de niños y jóvenes. La iniciativa llega en un momento oportuno, dado el creciente malestar de padres y especialistas frente a la dependencia tecnológica y sus efectos adversos en el comportamiento infantil.
Cabe recordar que ya existe en nuestro país la Ley Nº 6463, que regula el uso de dispositivos móviles en las instituciones educativas, permitiendo su utilización con fines pedagógicos. Sin embargo, la nueva propuesta apunta más allá al plantear una prohibición total. Este enfoque podría abrir las puertas a un modelo educativo más enfocado y efectivo, similar al implementado en países como Francia, China, Finlandia y Brasil, donde la restricción del uso de celulares en las aulas ha demostrado resultados positivos en la concentración, el rendimiento académico y la convivencia escolar.
Diversos estudios han respaldado estas medidas. La UNESCO, por ejemplo, advierte que la mera presencia de un teléfono en el aula puede distraer a los estudiantes y afectar su capacidad de concentración, llevando hasta 20 minutos recuperar el foco tras una interrupción. Además, existe evidencia que vincula el uso excesivo de tecnología con un menor desarrollo de habilidades básicas como la lectura y la escritura.
En Paraguay, la realidad educativa demanda soluciones creativas y valientes. La preocupación del proyectista sobre la disminución de habilidades fundamentales y el impacto en la elección de carreras técnicas o profesionales, es un aspecto real que requiere atención para actuar de manera preventiva. Además, las carencias en asignaturas clave como Historia del Paraguay o gramática, según él mismo señala, son un obstáculo para el ingreso a la educación superior.
En ese sentido, la propuesta de implementar casilleros para almacenar los dispositivos durante la jornada escolar podría representar un compromiso adecuado entre la seguridad de los aparatos y la necesidad de un entorno educativo libre de distracciones. Asimismo, la posibilidad de convocar a expertos en audiencias públicas es una oportunidad para enriquecer el proyecto y asegurar que responda a las necesidades reales del sistema educativo.
Los ejemplos internacionales, como el de Finlandia, que regresó al uso de cuadernos y libros físicos tras observar una disminución en el rendimiento académico atribuida al uso de tablets, demuestran que incluso en los contextos más tecnologizados es posible y necesario priorizar el aprendizaje por sobre la dependencia tecnológica.
En la pandemia hemos expresado nuestra preocupación por expandir el uso de celulares para el aprendizaje. Eso fue entendible por el contexto del confinamiento. Hoy nos encontramos con una nueva realidad y el desafío es equilibrar la innovación con la protección de su juventud. La prohibición del uso de celulares en las aulas podría convertirse en un primer paso hacia un sistema educativo que fomente la atención plena, el desarrollo de habilidades esenciales y el bienestar emocional de nuestros estudiantes. Es el momento de abrir un debate profundo e informado, que incluya a padres, educadores y especialistas, para construir un modelo que verdaderamente priorice el aprendizaje y el desarrollo integral de nuestros estudiantes.