Venezuela se encuentra en una encrucijada histórica. Tras la catastrófica derrota electoral de Nicolás Maduro en las elecciones de julio de 2024, el dictador persiste en aferrarse al poder, negando lo innegable: que su legitimidad se ha desmoronado. La oposición, liderada por Edmundo González Urrutia, exhibió al mundo las actas electorales que lo proclaman vencedor, mientras el chavismo no ha presentado prueba alguna que respalde sus argumentos de un supuesto triunfo.
Paraguay, junto con otras democracias de la región, ha reconocido a González como el líder legítimo, rompiendo relaciones con un régimen que ha perpetuado la miseria y la persecución en una de las naciones más ricas de América Latina. Este respaldo no es solo un gesto político; es un acto de solidaridad con millones de venezolanos que han sufrido las consecuencias de dos décadas de chavismo. Venezuela, un país con abundantes recursos, ha sido devastada por la corrupción y el autoritarismo, lo que ha obligado a millones de ciudadanos a huir en busca de un futuro digno.
Ayer, el pueblo venezolano volvió a las calles en una demostración de valentía, dejando atrás el miedo y mostrando al mundo la ilegitimidad de Maduro. Este acto de resistencia es un símbolo de esperanza, pero también un recordatorio de la fragilidad del momento. La dictadura ha intensificado su represión, deteniendo a la líder opositora María Corina Machado, en un intento desesperado por sofocar la disidencia. Sin embargo, la presión internacional es inédita: democracias de todo el mundo han condenado las acciones del régimen, y una comitiva internacional aguarda la oportunidad de ingresar al país para ser testigo de la juramentación de González.
Nuestro país, que ha recibido a miles de venezolanos exiliados por la miseria y la persecución, se ha convertido en un ejemplo de cómo las democracias deben actuar frente a regímenes autoritarios. Al reconocer a González, Paraguay no solo reafirma su compromiso con los principios democráticos, sino que también envía un mensaje claro a la región: no hay lugar para las dictaduras en América Latina.
La crisis venezolana trasciende sus fronteras. La pobreza multidimensional que afecta a más del 51% de los venezolanos, los servicios públicos colapsados y la constante persecución a opositores son muestras de cómo el autoritarismo destruye las bases de una sociedad.
Hoy, la mirada del mundo está puesta en Venezuela. La transición pacífica que todos esperamos no solo devolverá la democracia al país, sino que también podrá abrir la puerta para que los millones de venezolanos que se vieron obligados a huir puedan regresar a reconstruir su tierra. Sin embargo, la incertidumbre reina. Las amenazas vertidas por el régimen y la creciente represión generan temor, pero también refuerzan la determinación del pueblo y de la comunidad internacional para exigir un cambio.
La historia compartida entre Paraguay y Venezuela, marcada por luchas contra dictaduras y búsquedas de libertad, nos recuerda la importancia de la solidaridad entre las naciones latinoamericanas. Es el momento de actuar, de denunciar y de apoyar a quienes luchan por recuperar la democracia en su país. Que este día sea el comienzo de un nuevo capítulo para Venezuela, uno donde la democracia, la justicia y la esperanza prevalezcan.