La propuesta del presidente argentino, Javier Milei, de crear una fuerza de élite regional para combatir el narcotráfico y el terrorismo en la Triple Frontera puede significar un paso histórico en el enfoque de seguridad del Mercosur. Este planteamiento, realizado en el marco de la cumbre en Montevideo, refleja una creciente preocupación de los países del bloque por la seguridad en dicha región y la necesidad de la cooperación regional para dar respuestas.

La Triple Frontera —donde convergen Paraguay, Argentina y Brasil— ha sido señalada durante años como un epicentro de actividades ilícitas. Narcotráfico, contrabando y presencia de grupos vinculados al terrorismo son apenas algunos de los males que han forjado un estigma difícil de erradicar.

Con frecuencia, el dedo acusador apunta a Paraguay, aludiendo a la corrupción en sus instituciones fronterizas. Sin embargo, esta percepción ignora una realidad compartida: la permeabilidad de las fronteras y los controles deficientes son problemas comunes en los tres países. No es exclusivo de Paraguay el flagelo de la corrupción; tanto Brasil como Argentina tienen también sus puntos débiles.

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Un ejemplo claro es Foz de Iguazú, en Brasil, que registra índices de criminalidad más altos que Ciudad del Este, en Paraguay. Este dato es revelador, ya que desmonta el mito de que el problema de seguridad en la Triple Frontera se origina exclusivamente en territorio paraguayo.

La iniciativa de Milei propone un cambio de paradigma: enfrentar las amenazas desde una perspectiva regional, con una agencia moderna y eficiente, libre de la burocracia que suele entorpecer los esfuerzos multilaterales. La idea de contar con investigadores de los tres países es un paso hacia la cooperación real, donde las responsabilidades y recursos se compartan equitativamente.

Sin embargo, este esfuerzo no será suficiente si no se abordan los factores estructurales que permiten la existencia de este tipo de criminalidad. La corrupción, el contrabando y la falta de coordinación entre las fuerzas de seguridad de los tres países seguirán siendo obstáculos mientras no exista una voluntad política firme para enfrentarlos.

El Mercosur, descrito por Milei como un “corset asfixiante”, tiene la oportunidad de demostrar que puede ser más que un espacio de acuerdos comerciales. Si logra implementar esta propuesta, no solo podría contribuir a la seguridad de la región, sino también a transformar la imagen de la Triple Frontera.

Esta zona, más allá de ser refugio de criminales, tiene un enorme potencial para el turismo, el comercio internacional y el desarrollo industrial. Una Triple Frontera segura puede ser también una Triple Frontera próspera, capaz de ofrecer oportunidades a sus habitantes y de integrarse plenamente al desarrollo económico del Mercosur.