Llega diciembre, y con él, un tiempo cargado de emociones, encuentros y celebraciones. Es un mes en el que las familias paraguayas, los compañeros y los amigos, se reúnen para agradecer por el año que termina, un año que, si bien fue desafiante, también trajo importantes logros para nuestro país. Deseamos que también haya sido de logros para cada uno de nuestros lectores. Sin embargo, mientras celebramos, es fundamental hacerlo con responsabilidad y cuidado, porque las fiestas deben ser motivo de alegría y no de tragedia.
En estos días, donde las reuniones familiares y sociales se multiplican, es primordial recordar la importancia de cuidar a nuestros seres queridos, amigos y compañeros. La prudencia debe prevalecer, especialmente cuando observamos que alguien en nuestro entorno está excediendo los límites. Adoptar medidas para garantizar su seguridad y la de terceros no es solo un acto de responsabilidad, sino de amor y solidaridad.
Noviembre nos dejó una amarga lección con los numerosos accidentes de tránsito provocados por la combinación de alcohol y conducción. Estas tragedias, que cobraron la vida de compatriotas, son una advertencia clara de lo que debemos evitar. La imprudencia no solo afecta a quienes la cometen, sino también a quienes se cruzan en su camino.
Además, las fiestas de fin de año suelen venir acompañadas de un aumento en los hechos delictivos. Es un período en el que los bienes, adquiridos con tanto esfuerzo por las familias paraguayas, se convierten en blanco de la delincuencia. Si bien es tarea de los organismos de seguridad garantizar nuestra protección, la prevención individual es clave. Adoptar medidas de precaución y no facilitar el accionar de los delincuentes puede marcar la diferencia.
Divertirse con responsabilidad es el mejor modo de celebrar un año que termina. Agradezcamos por lo bueno, reflexionemos sobre los desafíos y comprometámonos a cuidarnos mutuamente. Las fiestas deben ser un motivo de unión y esperanza, no de lamentaciones. De nosotros depende.