La final de la Copa Sudamericana en Asunción sirvió una vez más para demostrar el potencial de Paraguay como anfitrión de eventos de gran envergadura. Más de 40.000 visitantes llegaron al país para ser testigos de un espectáculo que no solo se destacó en lo deportivo, sino también en la organización impecable y la calidez de nuestra gente.
Es imposible ignorar el impacto económico que trajo consigo este evento. Con un ingreso estimado de 50 millones de dólares, el beneficio se sintió en múltiples sectores: hotelería, gastronomía, transporte y comercio. Cada rincón de Asunción vibró con una energía renovada, desde los hoteles completamente ocupados hasta los artesanos que vieron una demanda inusual de sus productos.
Además del rédito económico, lo que verdaderamente quedó grabado en la memoria de los visitantes fue la hospitalidad del pueblo paraguayo. La calidez y amabilidad, características intrínsecas de nuestra identidad nacional, brillaron como nunca antes. La iniciativa de la Senatur de recibir a los turistas con música folclórica, danza, chipa y agua en los principales puntos de ingreso fue un gesto simbólico que marcó la diferencia.
En el ámbito de la seguridad, los resultados no pudieron ser más alentadores: cero incidentes. La coordinación entre la Policía Nacional y el Ministerio Público fue ejemplar. Los visitantes pudieron disfrutar del evento y la ciudad continuó con su ritmo habitual, incluso con el extraordinario aumento de afluencia. Este logro demuestra que, con planificación y compromiso, Paraguay puede garantizar la seguridad en eventos de cualquier escala.
Sin embargo, el verdadero desafío ahora es trasladar esta experiencia a nuestro ámbito deportivo local. La organización y medidas de seguridad vistas durante la Copa Sudamericana deben replicarse en los partidos nacionales de gran magnitud, como los clásicos de fútbol.
Esto además de promover un ambiente seguro, podría alentar a las familias a regresar a los estadios. Si logramos que estos encuentros sean espacios de disfrute y convivencia, podríamos erradicar la imagen de caos y descontrol que ha caracterizado, en los últimos años, los partidos de fútbol locales.
Este evento nos dejó, sin lugar a dudas, enseñanzas sobre organización y hospitalidad, y además una oportunidad de reflexionar sobre cómo estos esfuerzos pueden convertirse en una constante para potenciar el turismo y la economía. Con visión y trabajo, Paraguay puede consolidarse como un destino clave para el deporte y el turismo en la región.