El alarmante aumento de suicidios en Paraguay, especialmente entre los jóvenes, refleja una crisis de salud mental que no puede seguir siendo invisibilizada. En 2023, se registraron 630 suicidios, y en lo que va de 2024, ya contamos con 305 casos. Estas cifras son más que estadísticas; son una señal de emergencia que clama por atención urgente.

El impacto de la pandemia de COVID-19 ha exacerbado una realidad ya difícil. Uno de sus efectos más devastadores ha sido el incremento de trastornos mentales, con la depresión como uno de los más prevalentes. Estudios recientes muestran que el 35% de las personas que fueron afectadas por el virus experimentaron síntomas depresivos, lo que confirma que la pandemia no solo dejó secuelas físicas, sino también psicológicas.

La depresión, una enfermedad muchas veces subestimada, es una de las principales causas del suicidio. En Paraguay, como en muchos países de ingresos medios y bajos, la falta de recursos y la escasa visibilidad del problema hacen que sea aún más difícil combatirla. A menudo, las personas afectadas no saben cómo ni dónde buscar ayuda. Los síntomas, como tristeza constante, aislamiento y desesperanza, pasan desapercibidos o son malinterpretados, y cuando se les presta atención, ya es demasiado tarde.

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En este contexto, es urgente que el Estado y la sociedad asuman un rol más activo. Es fundamental desarrollar políticas públicas que pongan a disposición servicios de salud mental accesibles y gratuitos para toda la población. Asimismo, los medios de comunicación debemos cumplir con nuestro deber informativo, sensibilizando a las familias sobre cómo detectar signos de alarma en sus seres queridos y, lo más importante, a dónde acudir para recibir atención.

La depresión no discrimina y puede afectar a cualquiera. Pero si actuamos a tiempo, podemos salvar vidas. Es imprescindible que las autoridades nacionales inviertan más en recursos de salud mental, que se capacite a profesionales y que se establezcan más centros de apoyo psicológico. El compromiso de todos es fundamental: necesitamos una sociedad más consciente, donde las familias no sufran en silencio, y donde cada persona sepa que existe un lugar al que acudir, sin temor ni prejuicios.