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viernes, 18 de octubre de 2024
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Romper el ciclo de impunidad

En el día de ayer se dictó una sentencia de 30 años de cárcel para Osvaldo Luis Zaracho Fernández, autor del feminicidio de Katia Monserrath Brítez Torres. Este trágico desenlace no es un caso aislado, sino parte de una dolorosa realidad que afecta a miles de mujeres en Paraguay. El mismo día que el tribunal de San Lorenzo emitía este fallo, el Ministerio Público revelaba cifras alarmantes: en los primeros seis meses de este año, se registraron 18.876 denuncias por violencia familiar, revelando un importante aumento en comparación con el mismo período de 2023.

En efecto, según los datos existe un incremento de 2.608 casos, lo que debe encender las alarmas en nuestra sociedad. A pesar de las múltiples campañas de concienciación sobre la violencia de género, la tendencia sigue en ascenso, especialmente en los departamentos más urbanizados como Central, Asunción y Alto Paraná. Esto pone en evidencia una realidad dolorosa: las medidas actuales, no están siendo suficientes para frenar este flagelo.

Es fundamental que, como sociedad, reflexionemos sobre este ciclo de violencia que parece no tener fin. ¿Qué estamos haciendo mal? ¿Por qué, a pesar de los esfuerzos por educar y concienciar, la violencia contra la mujer sigue aumentando? Parte de la respuesta podría estar en la necesidad de abordar este problema desde un enfoque integral y colaborativo.

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La violencia de género no puede combatirse de manera aislada. Los esfuerzos deben ser articulados entre todos los estamentos de la sociedad: el gobierno, la sociedad civil, el sistema educativo, y los medios de comunicación. Es necesario revisar las políticas públicas actuales, fortaleciendo los programas de protección y ampliando los servicios de apoyo a las víctimas, como el que ofrece el Centro Ciudad Mujer en Villa Elisa, que en 2023 atendió a más de 16.000 mujeres. Iniciativas como esta son fundamentales, pero no suficientes si no van acompañadas de un cambio cultural profundo.

El caso de Katia Brítez no es el único. Como ella, muchas mujeres denuncian la violencia que sufren, pero no logran escapar de la sombra de sus agresores. La trágica muerte de esta joven, quien contaba con una orden de alejamiento que no fue suficiente para protegerla, pone en evidencia las fallas del sistema.

Es hora de que como sociedad nos embarquemos en una lucha firme y decidida contra este flagelo. Debemos asumir la responsabilidad de generar un cambio estructural que termine con la impunidad y que, finalmente, ofrezca a las mujeres la protección y el respeto que merecen.