El 12 de octubre es una fecha que evoca el «descubrimiento» de América por Cristóbal Colón, un acontecimiento que sin lugar a dudas transformó el mundo. Este hecho histórico ha sido analizado desde múltiples perspectivas, y, en las últimas décadas, ha cobrado relevancia una visión que cuestiona la narrativa tradicional, señalando el encuentro entre Europa y América como un violento choque de civilizaciones, que desencadenó el despojo y explotación de los pueblos indígenas.
Es cierto que este encuentro marcó el inicio de una profunda transformación en el continente americano, con consecuencias devastadoras para las civilizaciones originarias. Sin embargo, es un error anacrónico juzgar los eventos del pasado con las perspectivas y los conocimientos actuales. La historia debe ser comprendida en su contexto, y aunque eso no exonera los abusos cometidos, tampoco debería ser utilizada como herramienta para estigmatizar un hecho que cambió el curso de la humanidad.
La realidad actual nos muestra que es posible reconocer las heridas del pasado sin perder de vista el progreso y las oportunidades del presente. En Paraguay, somos testigos de la diversidad de situaciones que atraviesan los pueblos indígenas. Por un lado, encontramos comunidades que han logrado un alto grado de desarrollo, integrándose con éxito al sistema productivo. Un ejemplo claro de esto son las comunidades indígenas en las zonas de influencia de las colonias menonitas en el Chaco, que se han convertido en productores y exportadores. Asimismo, los indígenas de Puerto Barra, en Alto Paraná, han alcanzado un nivel de vida digno gracias a su trabajo agrícola y a la integración en la economía local.
No obstante, el contraste es evidente cuando observamos otras comunidades que han sido víctimas de la corrupción y del abuso, incluso por parte de sus propios líderes, quienes han comerciado con las tierras que les fueron adjudicadas, dejando a sus miembros en condiciones de marginalidad y precariedad, deambulando por las ciudades en busca de sobrevivencia. A esta realidad se suman los casos de despojo de tierras, donde muchas de estas situaciones se encuentran en los tribunales, buscando respuesta de las instituciones.
El 12 de octubre, lejos de ser solo una fecha conmemorativa, debe ser una oportunidad para reflexionar como sociedad sobre la situación de las comunidades indígenas en Paraguay. La población indígena del país es relativamente pequeña, lo que permite que, con una verdadera voluntad política, se desarrollen planes desde el Estado para garantizarles mejores condiciones de vida, brindándoles acceso a salud, educación y oportunidades laborales que les permitan salir del ciclo de pobreza y explotación en el que muchos se encuentran atrapados.
La sociedad paraguaya debe ser más solidaria y condescendiente con los sobrevivientes de los pueblos nativos, promoviendo políticas públicas que aseguren un futuro mejor para estas comunidades. El camino no es fácil, pero con compromiso y acción efectiva, podemos contribuir a que los pueblos originarios de Paraguay tengan una vida digna, sin perder su identidad ni sus raíces culturales.