Desde La Tribuna hemos advertido en varias oportunidades sobre los peligros que el deterioro ambiental representa para nuestra sociedad. La situación que enfrenta hoy Paraguay con el alarmante descenso del nivel del río Paraguay es solo una de las muchas señales que no podemos ignorar. La advertencia de expertos sobre el impacto inminente que podría generar la falta de acceso a combustibles debido a la bajante histórica del río, es un llamado de atención contundente de la fragilidad de nuestra infraestructura y de la necesidad de adoptar medidas urgentes.
Paraguay, a pesar de ser un país productor de energía limpia y renovable, sigue dependiendo casi exclusivamente de los combustibles fósiles para mover su economía. Es momento de terminar con esta contradicción. Contamos con una riqueza energética que pocos países poseen, pero carecemos de estrategias que nos permitan aprovechar al máximo nuestro potencial. Los expertos coinciden en que la situación hídrica puede empeorar, y esto afectará no solo la navegación, sino también el abastecimiento de productos clave para la economía nacional.
Como país mediterráneo, hemos sufrido las consecuencias del aislamiento y los bloqueos comerciales en el pasado, y hoy enfrentamos nuevamente un reto similar. Necesitamos líderes que miren hacia el futuro, que comprendan el panorama internacional y que estén dispuestos a planificar a mediano y largo plazo. El cambio climático es una realidad que se debe poner sobre mesa de debate en el país, para emprender las acciones que sean necesarias.
En este momento, la realidad nos obliga a desarrolla planes de contingencia para enfrentar esta crisis hídrica y las futuras que se avecinan. Estos planes deben incluir no solo medidas inmediatas para garantizar el abastecimiento de agua y combustibles, sino también estrategias para diversificar nuestras fuentes de energía, reducir nuestra dependencia de los combustibles fósiles, y modernizar nuestros sistemas de movilidad y producción industrial y agroindustrial.
La autosuficiencia energética debe ser una prioridad. No podemos seguir dependiendo de factores externos para mantener a flote nuestra economía. La crisis actual es una oportunidad para cambiar el rumbo, pero para ello necesitamos dirigentes proactivos, comprometidos con el bienestar de las próximas generaciones.