El Instituto de Previsión Social (IPS) vuelve a sorprender, y no precisamente para bien. En una era en la que la tecnología avanza a pasos agigantados, facilitando el acceso a servicios y mejorando la calidad de vida, el IPS persiste en métodos arcaicos que, lejos de beneficiar a los jubilados y pensionados, parecen diseñados para humillarlos. La decisión de reflotar la obligación de presentar la fe de vida es un ejemplo más de cómo la previsional maneja con negligencia las necesidades de quienes han contribuido toda su vida al sistema.
Es paradójico que en pleno siglo XXI, cuando aplicaciones móviles permiten realizar transacciones bancarias, acceder a servicios de salud y hasta votar en elecciones, el IPS siga dependiendo de procesos burocráticos que solo aumentan el padecimiento de los asegurados. Las largas horas de espera para obtener un turno, la falta de medicamentos e insumos en las farmacias de la institución y ahora, la incertidumbre generada por la necesidad de demostrar que se está vivo, son apenas la punta del iceberg de un sistema que parece más enfocado en mantener privilegios que en servir a la ciudadanía.
Los consejeros y directivos del IPS, quienes gozan de salarios millonarios y beneficios exclusivos, deberían ser los primeros preocupados en buscar soluciones modernas y eficaces. Sin embargo, la institución sigue aferrada a métodos obsoletos, revelando una falta de visión alarmante en la gestión de la previsional. Es inaceptable que, mientras otras áreas del gobierno avanzan hacia la digitalización y la eficiencia, el IPS continúe rezagado, dejando a jubilados y pensionados a merced de procedimientos innecesarios y degradantes.
Ahora, debido a las críticas generalizadas se anunció una suspensión de la exigencia y se anuncia la implementación de otros tipos de acciones para certificar la situación de los pensionados. La implementación de estas tecnologías debería haberse realizado hace mucho tiempo, evitando así la humillación constante de quienes, en su vejez, solo buscan disfrutar de la seguridad y tranquilidad que les fue prometida.
La precariedad del sistema del IPS refleja no solo la ineficiencia de su gestión, sino también un profundo desprecio por las personas a quienes debería proteger. La falta de innovación y de un verdadero compromiso con la mejora de los servicios previsionales es una deuda histórica que sigue sin saldarse. Es urgente que las autoridades abandonen la comodidad de sus privilegios y trabajen para garantizar que cada jubilado y pensionado reciba el respeto y la atención que merece. La tecnología está disponible, solo falta la voluntad de ponerla al servicio de quienes más lo necesitan.