En su último informe el Fondo Monetario Internacional (FMI) destacó que la inflación está en baja en Paraguay. Esos datos contrastan con los precios que rigen en los supermercados. Solo es cuestión de mirar el costo de los panificados, lácteos y carne para entender que los números fríos proyectados desde cómodas oficinas hasta resultan una ofensa para el ama de casa.
La visión más actual del Fondo Monetario Internacional sobre la inflación nació luego de la visita de su funcionario, Mauricio Villafuerte, quien visitó a Asunción del 27 de marzo al 4 de abril. “La inflación está en dirección a la baja y se espera que estará cerca de la meta del BCP para fines del 2023″, fue su declaración.
Por más que la idea haya sido traer la calma, tales testimonios solo juegan a favor del mismo Banco Central del Paraguay (BCP), que mide la inflación siempre en contraste con los precios que están en el mercado, opinión y reacción que tiene la ciudadanía común.
Es más, el costo de vida ni aparece en la agenda de los grupos partidarios y candidatos que pugnan en las elecciones del próximo 30 de abril. Así las cosas, el consumidor está atrapado entre los datos técnicos de los economistas, el silencio de quienes operan en política y el aprovechamiento que hacen, mayormente, los supermercados.
Encima, la Secretaría de Defensa del Consumidor (Sedeco) no cumple ninguna protección a las familias paraguayas. Sus funcionarios deben recorrer los locales de venta, hablar ahí y escuchar el reclamo de los compradores y actuar en sitio ante los abusos. Hoy, más bien aparece, un aliado de los supermercadistas.
La realidad pinta para peor. Pues si en plena campaña electoral no hay ningún político interesado en la suerte del consumidor, entonces el devenir puede ser más complicado. El círculo luego se puede completar con otro informe del FMI, sacado desde Washington, que afirmara que la inflación no es tema de preocupación en Paraguay.